El seleccionado argentino mostró esta tarde un camino que inició hace varios años en busca de la identidad perdida. Lo que alguna vez fue “la nuestra”, con toques cortos pero con verticalidad, con fantasías pero también con marca, encuentra hoy a sus máximos referentes en Leonel Messi y Javier Mascherano. Cada uno en lo suyo, aportan a este equipo lo que el colectivo tiene que tratar de unir.
Para que no se malinterprete, no estoy diciendo que hubo verticalidad, fantasía y toques cortos. Pero sí que se empezó a reflejar esa intención que hasta la semana pasada encontraba excusas en el poder defensivo de los rivales.
El técnico y el plantel decidieron, desde iniciada la “era Sabella”, ser el equipo de Messi, y finalmente empezaron a plasmar su voluntad en la cancha.
El equipo decidió ser ofensivo. No podía ser de otra manera dada la escuela del jugador de Barcelona, que detrás de su imagen calma y su bajo perfil, exige a los demás a través de sus necesidades de juego. Y esas necesidades hacen que Argentina ataque, sea vertical y llegue al área, no sólo con sus tres delanteros, sino también con Di María y los laterales.
Una escuela completamente contraria a la de Sabella, que implica, casi necesariamente, que frente a rivales de buen nivel como se presentan en un Mundial, la defensa quede por momentos mano a mano.
Por eso Messi dice “tenemos que seguir mejorando”. Por un lado, ve que sus compañeros se animaron a ir al frente, a hacer goles, porque Argentina necesita y va a necesitar hacer más goles todavía. Porque sabe que uno o dos le pueden convertir.
Pero por otro, tiene que aprender a pararse mejor atrás, unir a la defensa con los volantes de marca, que los laterales pasen de a uno y no los dos juntos y que, al momento de perder la pelota, sea todo el equipo el que corra para recuperarla rápido, antes de que se forme el contragolpe ofensivo del rival.
El equipo ganó pero eso hoy no es importante. Porque tampoco lo fue el sábado cuando también ganó pero nos permitimos criticar la falta de búsqueda, de rebeldía. No es lo mismo 1 a 0 que 3 a 2. Animarse a hacer goles, muchos, es el inicio. El siguiente paso será encontrar esa amalgama que le de equilibrio al equipo, para cada vez sufrir menos y disfrutar más. Pero el ánimo ya es otro.