La obsesión de los Koch tumba al partido Republicano

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El partido Republicano está sufriendo su mínimo de popularidad de las dos últimas décadas. Sólo un 28% de los estadounidenses alberga una opinión favorable del Viejo Gran Partido (GOP, por sus siglas en inglés), según Gallup. Mientras el Demócrata se mantiene en el 43% de aceptación, los conservadores ven cómo su imagen está en caída libre, incluso entre sus propios votantes. Peor, incluso, que en 1999, cuando sólo tres de cada diez americanos aprobaban la actitud de los republicanos, que por entonces llevaron al presidente Bill Clinton a un impeachment (impugnación) impopular.

Washington lleva dos años dando espectáculos bochornosos. En verano de 2011, una revolución de los recién elegidos para el Congreso un año antes (los llamados freshmen, muchos pertenecientes al ultraconservador Tea Party) llevó a Estados Unidos al borde del impago. No querían elevar el techo de deuda y el EE UU acabó con las bolsas hundidas y perdiendo su triple A crediticia de la agencia Standard & Poors.

Pero la situación ha alcanzado su cénit dramático con el cierre del Gobierno del pasado 1 de octubre. El Congreso tenía que aprobar una extensión del presupuesto gubernamental, pero la Cámarade Representantes, de mayoría republicana, se negaba a hacerlo si no se cancelaba la financiación para la Leyde Sanidad Asequible. Se trataba de su última oportunidad para acabar con el Obamacare, una ley cuya última fase entra en vigor el próximo 1 de enero.

El Obamacare es el anatema para el Partido Republicano. Lo han convertido en su principal caballo de batalla, precisamente porque, de salir adelante en su totalidad, sería el principal legado dela Administración demócrata de Barack Obama. Los grupos más conservadores han concentrado toda su artillería en tratar de liquidarlo. Aunque como daño colateral la popularidad de su partido político se está desplomando.

En el cálculo político de los republicanos estaba el hecho de que el último cierre del Gobierno, contra Bill Clinton en 1995-1996, no supuso un cambio significativo en las cifras de aprobación de los políticos de uno u otro signo en el largo plazo. Pero este contexto es distinto: el país está tratando de recuperarse de una dura crisis económica y los votantes tienen poco margen de tolerancia hacia la inestabilidad en el Congreso.

Es por ello que los grupos que más han apostado por cerrar el Gobierno, financiados por las grandes fortunas como los hermanos Koch, empiezan a dar marcha atrás.

“Exclusiva: el banco secreto de los hermanos Koch”. Con este titular, Político, uno de los medio de referencia en Washington, explicaba recientemente la existencia de un grupo de acción política llamado Freedom Partners. En 2012 recaudó hasta 236 millones de dólares (unos 174 millones de euros). Tiene como muñidores principales a los empresarios David y Charles Koch, los famosos Koch Brothers cuyo nombre pone los pelos de punta a la izquierda estadounidense.

Gran parte de esos fondos ha ido a parar a asociaciones sin ánimo de lucro cuyo principal objetivo es luchar contra el Obamacare, que consideran una “socialización” de la medicina. Así, el Centro para la Protección de los Derechos del Paciente (Center to Protect Patient Rights), un grupo que se “opone vehementemente” alObamacare, ha recibido 115 millones de dólares, según la información de Político, basada en los datos de Hacienda. Otros 15 millones habrían ido a parar a la 60 Plus Asociation, también contraria a la ley.

Hasta aquí todo podría parecer razonable y aséptico. La ley en Estados Unidos permite donaciones ilimitadas y anónimas a los grupos de acción política y hay una cierta asunción de que los grandes empresarios mueven los hilos de Washington. Pero esta vez algo ha salido tremendamente mal. El Partido Republicano ha visto como parte del empresariado y de Wall Street, sus aliados naturales, les han dado la espalda. La estrategia de cerrar el Gobierno o coquetear con el default es considerada suicida por los hombres de negocios.

Uno de los primeros golpes lo han recibido del todopoderoso Consejero Delegado del banco de inversión Goldman Sachs. Frente a la Casa Blanca, y tras una reunión con Barack Obama, Lloyd Blankfein abroncó educadamente a los congresistas: el cierre del Gobierno y una eventual negativa a elevar el techo de deuda el 17 de octubre son catastróficos para la economía, vino a decir. “Se pueden pelear estos asuntos sobre políticas [como el Obamacare]. Se pueden volver a pelear por segunda vez [la primera fue durante su aprobación en 2010] en un foro político si se quiere. Pero no se debe utilizar la amenaza de causar un impago de la deuda por parte de Estados Unidos como un garrote para negociar”, sentenció Blankfein.

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* Periodista, corresponsal en Nueva York y columnista de Esglobal.org, el portal que proviene de Foreign Policy en español.

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