Hace 115 años, el 8 de octubre de 1898, apareció en Buenos Aires el nº 1 de la revista \”Caras y Caretas\”, fundada por Eustaquio Pellicer y José Álvarez, conocido como \”Fray Mocho\”. Su acervo cultural forma parte del Archivo General de la Nación.
A fines del siglo XIX, la industria gráfica evolucionó notablemente con la incorporación de los sistemas tipográficos, los cromos y los fotograbados. Por eso, no es raro suponer que la aparición de “Caras y Caretas”, hace 115 años, generó gran impacto entre los lectores porteños reuniendo esos adelantos.
El éxito de la revista tuvo dos fundamentos, según los historiadores: el primero, la modernidad gráfica; el segundo, la variedad y popularidad de sus temas, ya que abarcaba noticias nacionales e internacionales sobre política, economía, ciencia y cultura.
Claro que, además, por las páginas de “Caras…” pasaron plumas de la talla de Evaristo Carriego, Rubén Darío, Roberto J. Payró, Horacio Quiroga, Ricardo Güiraldes, Miguel Unamuno, Ezequiel Martínez Estrada, Leopoldo Lugones, Del Valle Inclán y, por supuesto, Jorge Luis Borges, quien publicó allí su “Soneto para un tango en la nochecita”, en 1926.
Otra de sus atracciones fue el empleo de fotografías, algo novedoso en la prensa y un lujo para la época.
Si bien tuvo su origen en Montevideo en 1890, “Caras…” se editó por primera vez en Buenos Aires en 1898, con grandes avisos en los dos diarios importantes de entonces: “La Nación” y “La Prensa”.
Tras varias tribulaciones que tuvieron como asesor al general Bartolomé Mitre, la dirección recayó en un escritor costumbrista de su diario al que le encantaba satirizar a los políticos: José S. Álvarez, o “Fray Mocho”.
Álvarez había nacido en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1858. Dos décadas después arribó a Buenos Aires, donde se inició como periodista en “El Nacional”, “Patria Argentina” y “La Nación”, hasta quedar al frente de la revista. Tras su muerte, en 1903, asumió la dirección de la revista Carlos Correa Luna, quien incorporó a destacados dibujantes como Manuel Mayor y José María Cao, ambos españoles.
También, colaboraban otros dibujantes importantes como el uruguayo Aurelio Giménez, el español Cándido Villalobos, el italiano Mario Zavataro y Francisco Redondo, famoso por haber publicado la primera historieta cómica en la Argentina: “Don Goyo Sarrasqueta y Obes”.
En sus primeros números, “Caras y Caretas” fue, según su propia definición, un semanario “festivo, literario, artístico y de actualidad”. Salía los sábados y su redacción se hallaba en San Martín 284. Era célebre su sección “Sinfonía”, escrita por el fundador Eustaquio Pellicer, quien opinaba sobre los hechos cotidianos que preocupaban a la gente, un antecedente de los editoriales de los diarios.
Otra de las novedades del semanario fue comercial. Desde los primeros números, la publicidad abarcaba un 25 por ciento de las páginas, hasta que en 1920 ocupó el 50%. Así también fue subiendo la cantidad de páginas y la tirada, hasta que la primera Guerra Mundial provocó escasez de papel.
Cuando el fútbol alcanzó el gran auge que tiene ahora, en los años ’30, la revista inició concursos con premios (una suerte de anticipo del Prode), preguntando cuáles serían los cuatro mejores equipos de la Copa de Honor y del Campeonato de 1936, por ejemplo.
En esos años, “Caras…” tuvo un crecimiento definitivo con el lanzamiento de su propia audición por Radio Belgrano, los lunes al mediodía. Allí, Ethel Kurlat hablaba de historia, había un recitador y un locutor llamado Fernando Ochoa, que interpretaba poemas gauchescos. Pero el plato fuerte fueron las comedias que interpretaba Lola Membrives.
La revista, en su formato original, logró la extensión increíble de 2.139 ediciones (la de octubre de este año fue, para comparar, la 2.287) y su tirada creció de los 15 mil ejemplares iniciales hasta los 100 mil.
La revista tuvo tres épocas, pero sólo la primera, entre 1898 y 1941, fue brillante. Luego tuvo una segunda época en 1982, con el fin de la dictadura militar y, por último, el modelo actual, que apareció en 2005, aunque lejos del estilo fundador.