Se trata del concurso más importante de las artes del país, creado en 1911 con el objetivo de estimular la creación y producción artística. Interesantes propuestas en las categorías fotografía y nuevos soportes e instalaciones.
Por Nanu Zalazar
El Salón Nacional de Artes Visuales es el concurso más importante de las artes de la Argentina, creado en 1911 con el objetivo de estimular la creación y producción artística del país. Cada año cuenta con una mayor cantidad de artistas en cada una de las ocho disciplinas. El Palais es el organizador y la sede desde 1932.
Este concurso otorga premios tales como: El gran Premio Adquisición y el ganador recibe 30.000 pesos si es menor de 60 años; si no, el artista recibe 10.000 pesos y una pensión vitalicia. El segundo premio es de 18.000 pesos y el tercero, de 5.000. Se suma el premio de la Fundación Forner-Bigatti, exclusivo para las disciplinas de pintura y grabado para artistas menores de 40 años.
Se presentan en esta ocasión las categorías fotografía y nuevos soportes. La importancia de este premio, en el que participan desde todo el país, es el reconocimiento, pero la de ser aceptado ya es una buena noticia para los participantes. En fotografía se presentaron 300 participantes y se eligieron 33 obras, las que se exhiben en el primer piso del Palais.
El premio en fotografía fue para Eduardo Tilcara Maurizio con una toma directa en un patio de comidas rápidas, como una versión actual de “La última cena” de Da Vinci, aunque está sin comensales. Los puntos de fuga de las luces y la disposición de la mesa recuerdan la obra del pintor renacentista .
El primer premio adquisición recayó en favor de Gabriel Díaz con “Porteño”, que integra la serie “Formas de vida”, con una imagen satelital que muestra un rincón del barrio de Retiro que parece una pulseada entre las casas precarias de la villa y el empuje de un río de containers que parece estar a punto de arrastrar todo a su paso.
La obra en blanco y negro de otra imagen satelital, pero presentada por Cayetano Arcidiácono, muestra un paisaje geométrico y frío con escasa presencia humana en la ciudad de Houston, que contrasta con “Spa”, de Constanza Araujo, poblada de personas dentro de un baño de barro en donde predomina el color dorado.
Manuel Antonio Fernández recibió una mención con “Biblioteca Nacional”, una suerte de holograma del famoso edificio construido por Clorindo Testa.
La planta baja del Palais muestra las obras seleccionadas en la categoría “Nuevos soportes e instalaciones”, con una variedad de propuestas, estilos y lenguajes estéticos que navegan.
El reglamento señala que para participar de este rubro las obras deben estar realizadas con tecnologías electrónicas como el videoarte, una producción digitalizada o cinética (que tenga movimiento) que responda a lo multimediático, y pueden ser bi o tridimensionales. A pesar de las aclaraciones este rubro debe ser el más difícil de clasificar, aún para los propios participantes. Es por eso que los jurados respetan las categorías en la que los artistas se inscriban. Y el límite es una obra por disciplina.
Algunas requieren de motores y artilugios que las pongan en movimiento, como la obra de Paula Rivas, en donde una infinidad de pelotitas blancas suben y bajan incansablemente.
Fernanda Vilella presentó un video en el que una mujer le da de comer a las palomas tirando maíz en forma de caminos con rectas y curvas que las aves siguen de manera prolija. Las imágenes resultan hipnóticas.
Para hablar del ego de los artistas, que según John Baldassari “es inmenso”, Mariano González utiliza tres sacos de trajes y señala sobre el bolsillo los lugares en los que expuso o qué premios recibió (como si fueran las insignias de los generales). También la idea de los trajes remite a las obras realizadas por Joseph Beuys.
Otras propuestas con elementos de bajo o nulo presupuesto logran atractivas imágenes. Es el caso de la obra de Lorena Tiraboschi, que con ojalillos realiza una trama que se proyecta sobre la pared; o la de Maximiliano Campos Salinas, que recortando y distribuyendo en el espacio las bandas magnéticas presenta una obra abstracta; o como la de Roma Blanco, que realizó con pastillas enhebradas una cortina de colores, parte de su proyecto “Pharmakon”, para el que recibe la donación de medicamentos vencidos.
Interesante la propuesta de Damian Borenstein, en la que conjuga el drama de los inmigrantes africanos que, a pesar de la crisis ven en Europa una posibilidad de salvación, y viajan en barcos precarios, y el fútbol, otro salvavidas para los originarios del Tercer Mundo.
En todo el recorrido acompaña la banda de sonido de la película “Psicosis”, de Alfred Hitchcock, cuya versión original se proyecta simultáneamente con la “remake”.
Por la variedad y sofisticación de algunas de la obras, esta muestra resulta una inmersión en el uso de la tecnología y de los nuevos soportes.
Hasta el 30 de junio en el Palais de Glace, Posadas 1725 o Av. Libertador 1248. De martes a viernes de 12 a 20 horas. Sábados y domingos, de 10 a 20. Entrada libre y gratuita.