Hace 40 años, la ceremonia de los Oscar se vio sacudida: Marlo Brando, envió en su lugar a una apache para reclamar por el trato que le daba Hollywood a su pueblo.
Por Martín Ungaro
El 27 de marzo de 1973, las marquesinas de Hollywood se vieron sacudidas por una decisión inusual, tan inusual que sólo tenía un precedente: un actor, quizá el más importante entre los años ’50 y ’60, rechazaba, en un acontecimiento cargado de simbolismo, el Premio Oscar al mejor papel protagónico masculino.
Casi una herejía en el mundillo banal dela Mecadel Cine.
Marlon Brando, la estrella en cuestión, comenzó a hacer sus primeras actuaciones en teatro a mediados de los años ’40 y recién en los ’50 se hizo célebre por el magnetismo del séptimo arte. “Un tranvía llamado deseo”, “¡Viva Zapata!”, “Julio César” y “On the waterfront”, por la cual recibió el Oscar al “Mejor actor” en el año 1954, lo colocaron pronto en el candelero y le dieron un aura mítica… No sólo por su trabajo, sino también por ser “un bicho raro” en Hollywood.
A principios de los años 70, cuando su carrera como actor en el cine y el teatro ya era legendaria, el director Francis Ford Coppola logró convencerlo de que interpretara uno de los papeles más importantes de la historia del celuloide: el de Vito Corleone.
“El Padrino”, basada en la novela clásica de Mario Puzo, lo comprometió como hacía muchos años no ocurría, al tal punto que se entrenó especialmente para ese papel y se ocupó de su propio maquillaje. Claro que los productores de la película consideraban que Brando era una figura otoñal y podía traer problemas durante la filmación. Su “aura” no lo favorecía. Coppola quedó tan impresionado por la caracterización de Vito Corleone, que luchó –e incluso llegó a amenazar con dejar el proyecto- para que aceptaran al actor.
No hace falta reiterar qué significó “El Padrino” para el cine. No sólo está considerada una de las mejores películas de la historia del séptimo arte, sino que tuvo un éxito instantáneo de público y crítica, cuando se produjo el estreno y todas las veces que se reestrenó como una novedad “remasterizada”.
Sin embargo, a todos los que participaron en el film les quedaba claro que, en algún instante, Brando se rebelaría contra el mecanismo de ilusiones de Hollywood… Ese día llegó durante la entrega de los premios Oscar, el 27 de marzo de 1973.
Hasta ese día, un solo actor, George Scott, había rechazado recibir el premio. Brando no lo rechazó, tuvo una idea mucho más original: en lugar de presentarse, envió a la ceremonia a una actriz norteamericana de origen apache, Sacheen Littlefeather (Pequeña Pluma, en español), con un discurso que criticaba el tratamiento que le daban a su pueblo originario en las películas en Hollywood.
Sacheen no pudo leer el discurso porque se lo prohibieron los organizadores, pero nadie la pudo estorbar en el momento en que Brando fue designado el “Mejor actor protagónico”. Entonces sí, subió al escenario con su típico traje de apache y contó las razones por las cuales el actor no se presentaba a recibir su galardón.
“Cuando fui nominado por El Padrino me pareció absurdo ir a la ceremonia de entrega de los premios. Resultaba grotesco festejar a una industria que había difamado y desfigurado sistemáticamente a los indios norteamericanos a lo largo de seis décadas”, declaró a la prensa Brando.
Ese mismo año, cientos de indígenas y activistas se juntaron a protestar en la reserva de “Pine Ridge”, en Dakota del Sur, para exigir que el Gobierno respetara los tratados que daban tierras y autonomía a los pueblos originarios. Unos 300 agente del FBI los rodearon en un cerco durante 71 días hasta que debieron entregarse por falta de alimento y bebida.
En tanto, Brando siguió trabajando, pero su carrera fue irregular. Filmó en Europa “El último tango en París” y, en Filipinas, esa joya de Coppola llamada “Apocalypse now”, donde interpretó al renegado Coronel Kurtz. Luego, sólo apareció en películas clase B como Superman, a 250 mil dólares por día de trabajo.
El irreverente actor también había caído en la trampa de Hollywood.