En \”La fabulosa historia de Henry N. Brown\”, un oso de peluche narra desde una mirada inocente historias cruzadas por el amor, el dolor, los sueños, la guerra y los tiempos de liberación.
De la Redacción/Télam
Esta extraña voz narradora, creada por la escritora, editora y traductora Anne Helene Bubenzer (Alemania, 1973), relata memorias que se suceden a lo largo de los ochenta años de vida de un oso de peluche, que no se mueve, no habla, no elige su destino: sólo acepta lo que los humanos le proponen, aunque eso no significa que no sienta y escuche.
La primera novela de la alemana, que se convirtió en un boom de ventas en su país, cuenta la historia de Henry N. Brown, el personaje que nace en Inglaterra en el siglo pasado de la mano de Alice, una joven que perdió a su marido en la Primera Guerra Mundial, y que con todo su amor herido le da vida a este osito, aunque sólo será la primera de una larga lista de dueños que van de Europa a Estados Unidos.
\”Soy ciudadano del mundo, pero nací en Bath el 16 de julio de 1921, cuando Alice me cosió mi segundo ojo. Me llamo Henry N. Brown y soy un osito de peluche. Pero no soy un osito cualquiera, pues Alice introdujo en mi un secreto que ella llamaba «amor» y que me hace diferente\”, se presenta este entrañable juguete de pelos marrones.
\”Ahora que ya tengo ochenta años y no soy el juguete preferido de los niños, me dejé convencer para contarles mi historia. Una historia que es también la de todos aquellos que amé a lo largo de los años en Inglaterra, Francia, Alemania, Noruega, Italia, Hungría y hasta Nueva York\”.
Henry, Puddly, Doudou o los cientos de nombres que adquiere en su vida, es un testigo silencioso de la Primera y Segunda Guerra Mundial, del sueño norteamericano y de los movimientos hippies de liberación de los 60 hasta la actualidad.
A partir de ese trasfondo, en las más de 400 páginas que integran el libro, el osito —que por su condición de juguete jamás podría cambiar los hechos— reflexiona sobre la injusticia, el paso del tiempo, la avaricia, el egoísmo, la autoridad, las clases sociales, la muerte y la soledad.
También aprende sobre la alegría de una cena familiar o un encuentro amoroso en medio de la guerra; la pasión y el deseo de la juventud. Pero sobre todo descubre el amor en todas sus formas… el de una viuda desolada, el de los recién casados, el de la imaginación o el que se esconde detrás de los ojos abotonados de un osito de peluche.
Ese sentido del amor es el que atraviesa de principio a fin la trama, entendido como un lenguaje en el que todo puede decirse sin palabras.
Es que este juguete, que va y viene por el globo a merced de sus ocasionales dueños, lleva el amor en sus entrañas, y aunque dice no saber nada, sabe que esa pulsión es su única realidad.
De hecho, aunque no puede cambiar lo que sucede a su alrededor (más bien debe aceptar resignadamente los destinos que la humanidad le asigna), continúa fervoroso levantando la bandera del amor, aún cuando muchos sumidos en la nostalgia ya se olvidaron.
Henry cambia de amigos imprevistamente como el caso de Robert, un niño judío que escapa de una París subyugada por el nazismo y en esa huída cae de sus manos su juguete predilecto que luego terminará en posesión de un soldado alemán, que también conquistará su corazón.
Cruzando el mar en un barco de la alta sociedad, como observador en medio de la pobreza bélica, en una campaña solidaria o recostado debajo de la ventana de una granja, este oso de peluche es el espejo momentáneo de períodos injustos, revolucionarios y dolorosos del siglo XX.
Con un tono que desliza humor y ternura, Henry cuenta tras la vitrina descuidada de algún local o en el lujo de un sillón familiar realidades ficcionalizadas que transforman este libro en otra de las tantas formas de espiar épocas pasadas fusionadas bajo un mismo denominador: la necesidad de amor.