Una novela de aprendizaje

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La novela \”El amor nos destrozará\”, del escritor y periodista Diego Erlan, plantea un proceso de aprendizaje de un niño a partir de un contexto asfixiante, en que los años \’90 se muestran con un fondo de banalidad, música y egoísmo.

De la Redacción

Agustín, el protagonista de “El amor nos destrozará” de Diego Erlan, tiene siete años y está de vacaciones con su familia en la casa de la abuela, unas vacaciones normales y burguesas hasta que un hecho imprevisto desencadena cambios radicales: muere su hermana adolescente.

Con el retorno a su vivienda de Buenos Aires, se inicia otra historia y otra vida para el personaje: un Agustín-angustiado por la muerte incomprensible de su hermana y por la actitud de sus padres, que no pueden hacer la catarsis.

En medio de un silencio familiar, Erlan recrea con su novela un ambiente enrarecido, en el que Agustín transita una rutina signada por la soledad y un paulatino descuido. Su madre está cruzada por un desequilibrio psicológico; su padre está ausente en su silencio y la presencia de su tío suple –no se sabe muy bien cómo- esos roles.

Así, el autor de la novela -además periodista cultural de la “Revista Ñ”, de “Clarín”- lleva al lector por una tradición de mundos cerrados que se desplazan por el departamento donde vive Agustín, la terraza del edificio, la escuela y la casa de “su” amigo.

Ese ambiente agobiante, que durante algunas páginas hace presagiar una novela tediosa, vuelve a cambiar las perspectivas de lectura con el vibrante hallazgo de tres cassettes grabados por su hermana. Allí, el relato vira hacia la parte más poética (y rockera) de la novela.

La música trueca el ángulo de la historia y se genera un novela de aprendizaje en el que, el lector sabe, “El amor nos destrozará”, como la canción “Love will tear us apart”, de Joy Division.

En diálogo con la agencia “Télam”, Erlan sostuvo que “la construcción del propio relato, de la identidad, varía con los años. La primera duda es dónde comienza la historia. Y cada tema empieza a desordenarse después de la introducción” de la narración.

Según el novelista, la novela puede ser leída como “post punk”, dado que “guarda ese ímpetu del punk pero, con una ambición mayor, el protagonista aprende en el mismo momento en que toma las decisiones, es un viaje espiritual lo que emprende”.

La historia de Agustín está atravesada por la música. De hecho, el autor pensó el libro como un álbum: \”cada capítulo, un tema, al menos ese fue el ideal\”.

Erlan cuenta una historia cruzada por muertes prematuras, amores adolescentes, choques generacionales y duelos. Más allá de lo musical (Abraxas, Bond Street, P5, Charly García), también compone un cuadro realista del clima y los escenarios de los ¿felices? años ‘90.

Consultado por el nivel autobiográfico de su novela, Erlan señaló a “Télam” que “acá está puesta mi autografía sentimental y educativa, creo que hay mucho de eso, pero además hay una cosa generacional, los 90 fueron una época al parecer idílica, donde teníamos todas las posibilidades (democracia, bonanza económica) pero también la imposibilidad de cambiar el futuro. El padre del protagonista, en su mudez, encarna ese fracaso, personal y generacional, y el chico intenta cambiar eso. No sabemos si lo logra, pero al menos no falla en la decisión de construir una voz propia”.

También precisa que el paso de la primera persona testimonial a una tercera más genérica “tiene que ver con trabajar la cuestión de la metamorfosis, con quiénes fuimos a lo largo de nuestra vida, el chico que ve a la hermana muerta no es el mismo que descubre unos casetes años después. Esta es una de las pocas decisiones que tomé a conciencia en la novela”.

“Yo quise escribir, quise enfrentarme a mis miedos y obsesiones. Lo que sí tengo claro, a veces, es el ritmo; y ese ritmo es como un mantra que me ayuda a meterme en ese universo, a construirlo”, indica Erlan.

Respecto de la función de la música en la estructura, el autor afirma que “quiero que la novela y la literatura sean música, algo que en algún punto pasa, cuando leés un texto de otro estás metiéndote en un ritmo, en una música que te conduce a otro lado y se hace cuerpo. Hay que trabajar sobre el lenguaje, hay que ser obsesivo con las palabras y el trabajo que uno hace sobre ellas, aunque sea cansador”.

En este sentido, define que “el problema con la escritura es que es agotadora, pico y pala”.

Siete años de trabajo sobre esta novela y tres versiones fallidas, luego rescritas, dan cuenta de la obsesión de este novelista que trabajó como un loco hasta la publicación en “Tusquets Editores”.

Lo mismo parece suceder en la trama de “El amor nos destrozará”: el narrador duda, busca el recuerdo y con eso va armando de a poco una trama imponente.

Erlan nació en San Miguel de Tucumán en 1979. Desde los años noventa vive en Buenos Aires, ciudad en la que estudió periodismo e historia del arte. Ha sido profesor universitario, guionista de televisión y crítico cultural en diversos medios. Actualmente se desempeña en la “Revista Ñ” como editor de literatura.

En junio pasado participó en la exposición interdisciplinaria “El amor nos destrozará”, realizada en el Centro Cultural Ricardo Rojas, que funcionó como un experimento creativo a partir de su primera novela.

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