Méndez San Martín, el médico adoctrinador

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En su galería de personajes de la medicina, RSalud decidió incluir a Armando Méndez San Martín. Si bien su actuación principal fue en el campo de la política, es interesante recordar su trayectoria, no muy conocida por las nuevas generaciones. Este médico tuvo un rol polémico pero decisivo durante el primer peronismo y su gestión despertó adhesiones y odios por igual.

Armando Méndez San Martín fue ministro de Educación entre 1950 y 1955, sucediendo en el cargo a Oscar Ivanissevich.  En su paso por el ministerio puso en marcha políticas de adoctrinamiento tanto para alumnos como para maestros. Había sido una figura cercana a Evita y fue uno de los interventores de su Fundación. También impuso un celoso control ideológico, hecho que se acentuó luego de la muerte de Eva y del fallido golpe militar de 1951.

Nació el 29 de marzo de 1902, hijo de Manuel Méndez y Eugenia de San Martín. Se recibió de médico en 1932, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Fue docente de esa casa de estudio durante varios años, hasta que decide involucrarse en la política. Ello se produce cuando adhiere al movimiento que empieza a formarse luego de la revolución de 1943 encabezado entonces por el joven coronel Juan Domingo Perón.

En septiembre de 1946 se lo designa interventor de la Sociedad de Beneficiencia. Esta fue una decisión del gobierno peronista que lo enfrentó al entonces patriciado argentino. Esta entidad –en realidad más conocida como Sociedad de Damas de Beneficiencia- tenía una larga historia ya que fuera creada en 1823 por Bernardino Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez. Su objeto era la atención de las clases más desposeídas, hasta aquel año una actividad propia de la Iglesia Católica. Rivadavia la transfiere al Estado y pone a su frente a las “Damas Notables” de la sociedad porteña.

Se trataba de un rol relevante: realizar obras de caridad; el cuidado de la educación de las niñas; el mantenimiento de los hospitales y de la Casa de Niños Expósitos. Acciones de beneficiencia y caridad que revestían prestigio y respeto. Sin embargo, bajo esa capa reluciente la realidad era otra. De acuerdo con el historiador, Felipe Pigna, apenas el 5 por ciento de sus recursos se destinaban a estos objetivos y el restante 95 por ciento cubría los “sueldos” de equellas Damas. Al año de asumir, Méndez San Martín decide el cierre definitivo de la institución.

A partir de 1948 las actividades de beneficiencia se canalizan a través de la dirección de Asistencia Social, dependiente de la secretaría de Trabajo y Previsión, y Méndez San Martín fue también su primer director. Desde esta posición se acercó a Eva Perón y eso le permitió un rápido ascenso político. Cuando el 8 de julio de ese mismo año se crea la Fundación Eva Perón, Méndez San Martín es nombrado director general. 

La Constitución de 1949. 1949 fue año importante para el peronismo, que se encontraba en pleno auge con miles de obras y grandes conquistas para la clase trabajadora. Ese año se pone en marcha la reforma constitucional, la primera gran modificación de la Carta Magna de 1853. Fue un gran cambio legislativo ya que incorporaba a esa normativa clave en la corriente denominada Constitucionalismo Social. Se establecieron los llamados derechos de segunda generación –tanto laborales como sociales-, la igualdad jurídica de hombres y mujeres, los llamados derechos de la niñez y de la ancianidad y la posibilidad de reelección del presidente.

Por decisión del primer mandatario y de la primera dama, Méndez San Martín fue uno de sus constituyentes y colaboró con el titular de la comisión reformadora y uno de los más importantes constitucionalistas que tuvo el país, Arturo Sampay. Como se sabe, la “revolución libertadora” la derogó a través de una “proclama” en abril de 1957.

Méndez San Martín trabajó en los fundamentos de los derechos de la familia, los niños y la ancianidad. Argumentó que el censo de 1947 mostraba el progresivo envejecimiento de la población y que era necesario que los mayores tuvieran garantizados sus derechos a la asistencia, vivienda, alimentación y vestimenta, al cuidado de la salud física y moral, al esparcimiento, trabajo, tranquilidad y respeto. Si bien la propia familia debía ser el principal custodio y procurar el ejercicio de esos derechos de sus mayores, si ésta los abandonaba era el Estado quien debería asumir esa responsabilidad.

El 21 de junio de 1950 fue nombrado ministro de Educación de la Nación. Si bien ya se habían comenzado a utilizar, bajo su ministerio se generalizaron los libros de texto que adoctrinaban a los estudiantes bajo el “credo” peronista y la lealtad a Perón y Evita, incluso desde los primeros años de escolaridad. Tras la muerte de Eva Perón, promovió una ley por la que se establecía a “La razón de mi vida” —una autobiografía política de la primera dama— como libro de texto obligatorio en todos los niveles de la enseñanza.

Pretendiendo extender el sistema de organización política del peronismo a la educación universitaria y secundaria, fundó en 1951 la Confederación General Universitaria, que compitió sin demasiado éxito con la Federación Universitaria Argentina. En 1953 fundó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) con dos ramas, masculina y femenina, que contaban con centros de actividades y campos de deportes; el de las chicas incluía instalaciones de la residencia presidencial de Olivos. Esto último fue también motivo de escándalo cuando se difundió la relación entre Perón y la jovencita Nelly Rivas.

La intención del ministro era unificar toda la educación en el gobierno central. En 1954 promovió la ley 14.297, que sujetaba a las universidades nacionales directamente bajo el control del ministerio de Educación, lo que despertó una furiosa rebeldía estudiantil, que había hecho de la autonomía universitaria obtenida a partir de la Reforma Universitaria de 1918 una de sus insignias políticas más preciadas.

En el Segundo Plan Quinquenal (1953/1957) se exponía sin escrúpulos esa voluntad de modelar la conciencia del pueblo. En su cuarto capítulo, que trataba de las políticas de instrucción y educación, se expresaba: “En materia de Educación el objetivo fundamental  de la Nación será realizar la formación moral, física e intelectual del pueblo, sobre los principios fundamentales de la Doctrina Nacional Peronista….”. A sus opositores políticos se empezó a sumar la jerarquía católica, que veía como malos ojos este adoctrinamiento y algunas conductas discutibles tanto de Perón como de algunos de sus colaboradores.

Enfrentamiento con la Iglesia. Dentro del gabinete peronista, Méndez San Martín, Angel Borlenghi (ministro de Interior y Justicia) y el mismo vicepresidente, el almirante Alberto Tesaire, constituían la columna anticlerical. Tanto Méndez San Martín como Tesaire, además, eran catalogados como masones, circunstancia que para la jerarquía católica era un elemento adicional de enfrentamiento. En un acto en el Luna Par en noviembre de 1954 miles de manifestantes portaban pancartas y gritaban: “ni clericales ni comunistas”, “Basta con la enseñanza religiosa”, “Perón sí, curas no”, “los cuervos a la iglesia”, “ley de profilaxis y ley de divorcio”. Se afirma que tanto la eliminación de la Dirección de Religión como la ley de Profilaxis fueron impulsadas por Méndez San Martín.

La radicalización del gobierno no era compartida por todo el peronismo. Ni por el flamante ministro de Economía, Antonio Cafiero, ni por el presidente de la Cámara de Diputados, Héctor J. Cámpora. Para este último esta “locura es culpa del nefasto ministro de Educación Méndez San Martìn“ y “del masón de Tesaire”.

El ministro de Educación atizaba el clima de enfrentamiento. En abril de 1955 el gobierno planteó pasar el día de la bandera del 20 de junio al 18 de octubre, lo que no hizo más que exacerbar los ánimos. El 11 y 12 de junio, más de 200.000 personas formaron parte de la procesión de Corpus Christi, acto que fue prohibido por el ministro Borlenghi. Luego de los incidentes producidos se decide la expulsión a Roma de dos religiosos, tenaces opositores al peronismo: Manuel Tato y Ramón Novoa. El Vaticano no tardó en responder: decidió la excomunión del presidente Perón.

El 16 de junio de 1955 se produjo el criminal bombardeo de Plaza de Mayo, que dejó más de 300 muertos y cientos de heridos. Varios de los aviones tenían inscripto en su exterior “Cristo vence”. Ese movimiento fracasó, Perón logró refugiarse en el subsuelo del Comando en Jefe del Ejército junto con los generales Franklin Lucero, Humberto Sosa Molina y Juan José Valle.

Perón quiso bajar el tono del enfrentamiento y entre otros cambios decidió el desplazamiento de Tesaire de la presidencia del Consejo de Partido Peronista y le pidió la renuncia a Méndez San Martín, que no obstante siguió dentro del equipo oficial en el Ministerio de Transporte. Pero esas movidas de poco sirvieron y meses más tarde, el 16 de septiembre Perón fue derrocado y comenzó su largo exilio de más de 17 años.

Tras pasar algunos meses en prisión, Méndez San Martín debió exiliarse en diferentes embajadas para posteriormente poder salir del País. Durante el exilio de Perón en Venezuela fue uno de sus numerosos visitantes.

Méndez San Martín fue resultado de una época de grandes enfrentamientos, mucho mayor de lo que hoy se denomina “la grieta”. Fue uno de los apóstoles de ese peronismo que hacía de la obsecuencia una especie de virtud. Sin embargo, fue una lección aprendida. El propio Perón reconoció que esa forma de adoctrinamiento sólo exacerbaba los ánimos. Durante su última gestión fue cuidadoso de no volver a repetir esos actos porque ya era, decía, “un león herbívoro”.

Siempre resulta fácil juzgar “expost facto”, pero la realidad es que el papel de Méndez San Martín fue el de un militante fanático, cómo también lo eran muchos de los opositores al peronismo.

Lo concreto es que durante su gestión la matrícula escolar creció en forma exponencial, se desarrolló una infraestructura edilicia monumental que aún perdura, la enseñanza técnica cobró un vigor extraordinario, se fomentó la educación de los mayores y casi se erradicó el analfabetismo infantil. Pero al mismo tiempo, se tiñó la gestión bajo un claro signo ideológico que impedía el debate, la discrepancia y el crecimiento que supone el intercambio cultural. 

Como ya es clásico en nuestro país, al caer el peronismo, Méndez San Martín fue una de las víctimas preferidas. Mal de salud, pudo no obstante visitar algunas veces durante su exilio al general Perón en Venezuela.  Finalmente, abandonado y casi en la pobreza –del mismo modo que Ramón Carrillo- muere en  Brasil en 1958.

Nota publicada originalmente en revista RSalud

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