Lo sucedido en Formosa desde hace un mes y cuyo pico de tensión se vivió en los últimos días con imágenes que hablan por sí mismas, con docentes, comerciantes, médicos, artistas y trabajadores lanzados a la calle en un grito pacífico de rebelión a repudiar el régimen carcelario social al que los tuvieron sometidos durante un año explotó porque el gobierno de Gildo Insfran -“el modelo ideal de gobernador”, según palabras de propio presidente Alberto Fernández- decretó el regreso a fase 1 con motivo del Covid y para seguir oprimiendo a la población formoseña.
Ver baleados con postas de goma, jóvenes, mujeres, señoras de edad, jubilados cómo eran reprimidos con brutalidad me hizo recordar los inicios de la represión del régimen de Hugo Chávez en Venezuela, incrementado hasta hoy por el déspota caribeño Nicolás Maduro.
La semejanza no es arbitraria y forzada, salvo que hasta hoy no ha habido muertos. Vimos a “Jóvenes por la libertad”, del estilo de los “escuderos por la Libertad” que regaron con su sangre y que sufrieron violaciones de sus derechos humanos básicos en el territorio venezolano, con reclamos similares de libertad, trabajo, libre expresión, para poder abrir sus comercios para ganarse la vida, desplazarse dentro y fuera de la provincia, poder ver a hijos y nietos. Nada más que ser ciudadanos libres de una República, lamentablemente cada día más difusa.
El kirchnerismo, léase el gobierno nacional, con su visceral autoritarismo a flor de piel, busca someter a todo aquello que limite o cuestione su poder, incluidas las causas de corrupción incontrastables, llegando a cuestionar a los que expresan la necesaria alternancia en el poder. Sea la Justicia, los medios de prensa no oficialistas y la genuina y constitucional protesta social.
Los Frederic, los Pietragalla o el propio presidente minimizaron la brutal represión en Formosa, inclusive lo hicieron víctima al gobernador victimario de una campaña organizada por los medios y la oposición. Nada dijeron ni se “humanizaron” con las poblaciones Wichis y Qom , siempre brutalizadas por el accionar del gobierno provincial.
Lo sucedido en la provincia donde Insfrán gobierna desde hace 25 años, donde el 70% de los habitantes depende de un salario oficial, la justicia está cooptada y la prensa libre no existe, siendo la mayoría oficialista, salvando algunas radios vecinales que sufren hostigamiento de las patotas gubernamentales, hacen con la Venezuela del dictador Maduro una semejanza notoria.
En mayor o menor medida, muchas provincias argentinas sufren y se asemejan al modelo formoseño, que hace recordar aquel libro descriptivo de Santa Cruz, “El Amo del feudo”, que escribiera el fallecido periodista Daniel Gatti allá por 2002, pincelando de manera descarnada el gobierno provincial del entonces gobernador Néstor Kirchner.
Estos modelos constituyen el ideal del kirchnerismo más rancio: sometimiento de la oposición por cooptación o aniquilación política, desconocimiento y violación permanente de algo tan elemental como la división de poderes, base necesaria de un sistema republicano, considerado por ellos “democracias burguesas y fallidas”; acallar las voces disidentes, liberar 4.000 presos de peligrosidad con la excusa del Covid mientras se encierra a la población a la cuarentena más larga e inútil, sin educación, haciendo añicos el sistema productivo con más de 30.000 pymes cerradas, trabajadores en la calle, grandes empresas huyendo del país y otras esperando las ofertas de compra para hacerlo; ataques virulentos a la Justicia declamando por sus voceros no reformar la Constitución sino cambiarla, llevan a que el espejo venezolano sea una realidad y no una quimérica ensoñación.
Formosa, en escala menor conlleva esta impronta que el kirchnerismo quisiera implantar de La Quiaca hasta Ushuaia. ¿Alguna diferencia con el modelo chavista?: pocas, que de avanzar se irán diluyendo si logran consolidar su apetencia omnipotente.
Vale recordar que en la región solo Bolivia y Argentina no firmaron la declaración de repudio por la expulsión de la delegada de la Unión Europea en Venezuela por cuestionar a la dictadura de Maduro.
La sociedad civil, con coraje cívico, le ha plantado cara a la prepotencia absolutista de Insfrán, poniendo el cuerpo en las calles a las balas de goma, los gases, los bastonazos, los apaleamientos y detenciones hasta de concejales opositores y periodistas locales, acosando a los medios nacionales presentes, todos actos dignos de un poder discrecional y dictatorial muy lejos de una sociedad democrática, a pesar de ganar las elecciones con votos cautivos.
El modelo se asienta cada día en declaraciones y hechos -nunca olvidemos las indignas vacunaciones de la “nomenklatura”- encabezados por la vicepresidente a cargo de la presidencia, Cristina Kirchner, secundada por sus peones más emblemáticos, mientras el Presidente se diluye día a día y deja caer a sus alfiles más cercanos, quedándole solo un puñado.
El “vamos por todo” del 54% del 2011 ha cobrado renovado impulso sin que sectores del peronismo, hasta hoy, se planten salvo un esbozo tibio de Florencio Randazzo, pero no levanta la cervíz. La oposición declara y refunfuña, con excepciones como Patricia Bullrich junto a otros pocos que ven venir de frente al oscurantismo y lo enfrentan sin eufemismos poniendo la voz y el cuerpo. Lo de Formosa es de una gravedad institucional relevante, y algunos opositores se comportan como palomas con lexotanil.
Sirva el ejemplo de los formoseños, de los trabajadores, estudiantes, comerciantes, profesionales, docentes, jubilados y hasta amas de casa, desplegando coraje para que todo el país siga el ejemplo que nos brindan con sus dolores y sufrimientos, como lo es Venezuela desde hace ya más de veinte años. Solo depende de la ciudadanía –ese concepto muy licuado en la Argentina atribulada de hoy-,que levante la consigna de ¡Basta! Y ¡en Marcha! Para lograr una argentina normal, republicana, que acepte la alternancia en el poder, con justicia social, sin prebendarios, que respete la propiedad, brinde salud y seguridad a los ciudadanos, que repela a delincuentes que usurpan y saquean territorios nacionales, iglesias y campos en el sur con la pantomima de ser “pueblos mapuches”, que enfrente al pensamiento único, teñido de “progresismo” trucho, palabra común de todas las neodictaduras surgidas de los llamados “socialismos del siglo XXI”. Hoy duele Formosa, pero de seguir así dolerá toda la Argentina.