Casas compuestas por paneles de concreto son armadas por sus propietarios en una interacción que incluye a gobiernos y empresas.
Inspirado en el arquitecto social chileno Alejandro Aravena, Premio Pritzker, el mendocino Leo Bravín repite su frase: “La vivienda social requiere calidad profesional y no caridad profesional”.
Ahora el caso de este emprendedor que hizo base en Panamá con la empresa canadiense Vision Building, a la que representa en Latinoamérica, sale una vez más a la luz a raíz de las tomas de terrenos en Argentina y el reclamo de viviendas de sectores populares.
Es que Bravín consiguió imponer un estilo rápido, sustentable y económico que gambetea las cadenas habituales de sobreprecios en nuestro continente y permite concretar un efecto dominó: urbanizar con viviendas modulares de concreto zonas que habían sido asentamientos espontáneos y muchas veces ilegales, con organización del Estado que pone una parte y de los propietarios de las viviendas, que deben trabajar para ponerlas en pie.
De tal modo, Bravín evalúa -en diálogo con Memo- que “se consigue que quien recibe un aporte del Estado por su condición social lo devuelva trabajando, pero lo hace por sí mismo y ve los resultados: su casa propia”.