Se trata de un árbol que integra el pequeño grupo de los declarados históricos por el Estado nacional. La tradicional desaprensión de los funcionarios.
La “magnolia de Avellaneda”, plantada en el sector antiguo del “Parque 3 de Febrero”, integra el pequeño conjunto de los árboles declarados “históricos” por el Estado nacional.
La declaratoria se produjo mediante el decreto del Poder Ejecutivo 2232 del 4 de Julio de 1946. Comenzaba a gestarse, dentro del sistema de los monumentos nacionales, un menguado subsistema relativo a esa singular tipología de los árboles históricos, aquellos ejemplares sobrevivientes vinculados a algún episodio de memoria nacional como, en este caso, la inauguración de un parque público en el sitio que fuera, antes, el célebre “Palermo de San Benito”, residencia del restaurador don Juan Manuel de Rosas.
Junto al árbol existía un letrero que indicaba la fecha de inauguración del paseo, un 11 de noviembre de 1875, y que explicaba, además, que en ese acto, como parte del programa, el presidente Nicolás Avellaneda había plantado el ejemplar de “magnolia grandiflora”. El árbol había sido elegido por el propio Avellaneda y era tradición que el plantín le fuera provisto por su esposa, Carmen Nóbrega, acaso proveniente de su frondosa quinta de veraneo en Temperley.
He aquí una primera curiosidad: que Domingo F. Sarmiento (que presidía la comisión ejecutiva del Parque), pretendía que se plantara un pino, una planta más identificada con los paisajes del Norte…del planeta.
Tras unas discusiones entre tirantes e hilarantes, prevaleció la magnolia, entre otras razones aducidas por Avellaneda (quien hizo gala de una diplomática paciencia ante los argumentos sarmientinos), por la supuesta condición indígena de la especie, que venía a satisfacer una nota identitaria y telúrica. Sarmiento se dio el gusto de plantar un pino en otro sector del predio. Durante muchos años se conservó en la administración del Parque, como una reliquia, la pala utilizada para aquella ceremonia (me refiero a la ceremonia oficial de la magnolia, y no a la ceremonia casi paralela del pino…).
La segunda curiosidad se refiere al cartel señalador del árbol: el 9 de abril de 1939 el diario “La Nación” se ocupaba del letrero que existía entonces, con ánimo crítico. Decía que estaba colocado a una altura inconveniente (“al alcance de la humana estulticia”) y que debía reubicarse a una altura tal que no sufriera “semejantes desahogos de incultura”, vale decir, que no fuera vandalizado.
Pero, además, se reclamaba que la leyenda fuera suplantada por una nueva versión del extracto del discurso de Avellaneda “ajustada al texto verdadero de la oración pronunciada”.
El caso es que el 30 de julio del mismo año, un vecino de Olivos, A. J. Althaparro dirigió una carta a la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos denunciando que, hacía ya tiempo, habría encontrado “en un negocio de Belgrano, la placa” cuya fotocopia acompañaba, y que era la placa más antigua señalizadora de la magnolia de Avellaneda, suplantada en algún momento por el cartel que se objetaba.
Añadía el denunciante: “Creyendo que valdría la pena de restituirla a su sitio, he llevado el dato a varios funcionarios ofreciéndome desinteresadamente a acompañarlos al lugar donde está, pero no han demostrado interés por rescatarla”. Como se ve, el desinterés de algunos funcionarios en lo que respecta al patrimonio histórico en la Ciudad no es un hecho novedoso.
Así las cosas, el lector decía que, al conocer la defensa que Ricardo Levene, presidente de la Comisión Nacional, habría hecho del “Pacará de Segurola”, ubicado en el barrio de Parque Chacabuco, pensó que “tal vez fuera la persona indicada para conseguir que la placa se rescate y se ponga en el sitio para el que fue destinada”.
De la documentación que hemos consultado años atrás en los archivos de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos surge el silencio del organismo: no hay copia de una respuesta ni figura su tratamiento en actas.
¿Qué decía la inscripción de la placa, cuya foto remitió al diario el vecino de Olivos, y aquí reproducimos?:
MAGNOLIA GRANDIFLORA PLANTADA EN LA INAUGURACIÓN DEL PARQUE 3 DE FEBRERO 11 de noviembre de 1875
Párrafo del discurso pronunciado con motivo de ese acontecimiento por el entonces presidente doctor Nicolás Avellaneda.
“Es la magnolia americana del bosque primitivo con su blanca flor salvaje, que pueblos numerosos de América enredaban en el suelto cabello de sus jóvenes mujeres, como símbolo de pureza. Podemos nosotros adoptarla como emblema de la intención sana y del propósito bueno que hemos tenido al ejecutar las obras de este paseo público que entregamos hoy al solaz del pueblo”.
Se trataba de una placa de contornos ovalados con cuatro puntos visibles de fijación, del tipo “chapón” que solía colocar la Sociedad Forestal Argentina, fundada (y presidida durante años) por el ingeniero Orlando Williams.
Con casi seguridad, y apelando a la autoridad de Enrique Udaondo en su libro “Árboles históricos de la República Argentina”, se trataba de la misma placa que se colocó al pie de la magnolia en 1916 y que, en algún momento, fue retirada para ir a dar a un escaparate en el barrio de Belgrano, y, luego, perderse para siempre.
Por fortuna, el árbol permanece en pie, junto al muro del Jardín Japonés.