Para el analista Carlos Pagni, las medidas que anunció Macri significaron la cancelación, de facto, del programa pactado con el organismo internacional.
El domingo, una parte muy extensa de la sociedad votó contra la política económica de Mauricio Macri. La consecuencia inmediata de ese pronunciamiento fue el derrumbe del peso, el aumento del riesgo país y una caída de las acciones de empresas argentinas de dimensiones históricas. Esa reacción de los mercados no se debió solo a que había triunfado Alberto Fernández, el candidato de Cristina Kirchner. Los agentes económicos advirtieron que el programa vigente había perdido consenso social y que, por lo tanto, tampoco podría ser ya ejecutado por Macri.
Es algo de lo que no se dio cuenta Macri, al menos hasta ayer. Las medidas que anunció fueron una demostración de esta nueva realidad: significaron la cancelación, de facto, del programa pactado con el FMI.
Los anuncios que ayer realizó el Presidente, y explicaron luego Carolina Stanley y Rogelio Frigerio, suponen que ya no se cumplirá la meta de déficit fiscal acordada con el Fondo. Se comunicaron nuevas erogaciones, pero no nuevos ingresos. También el objetivo monetario, que es la piedra angular de todo el edificio, fue abandonado. Igual que la zona de no intervención cambiaria: la cotización del dólar perforó el techo de $51,45, sin que el Banco Central vendiera las reservas disponibles para frenar esa suba. Quedó más claro lo que ya se sabía el domingo: habrá que negociar un nuevo programa con el único financista que le queda al Estado.