El perfil neonazi del sospechoso de matar al político Lübcke disparó las alarmas de las autoridades alemanas.
La violencia de ultraderecha vuelve a inquietar a Alemania a raíz de la detención, hace una semana, de un antiguo neonazi como principal sospechoso del asesinato a comienzos de junio de un político local defensor de la acogida a migrantes, que ha sacudido a la sociedad y a la clase política y ha disparado la preocupación por el riesgo de que se produzcan nuevas agresiones.
“Un atentado de extrema derecha contra un representante del Estado constituye una señal de alarma y va dirigido contra todos nosotros”, declaró el ministro del Interior, Horst Seehofer, el pasado martes en rueda de prensa en Berlín.
Según el socialcristiano Seehofer, este asesinato introduce “una nueva dimensión” en la categoría de actos violentos de simpatizantes de la extrema derecha en los últimos años e indica “un peligro creciente” en ese ámbito.
El democristiano Walter Lübcke, de 65 años, presidente del distrito de Kassel, en el centro del país, falleció en la noche del sábado 1º al domingo 2 de junio tras recibir un disparo en la cabeza, cuando se hallaba en la terraza de su casa en Istha, un pueblo a 20 kilómetros de Kassel.
Lübcke se había distinguido por su defensa de los refugiados, por lo que fue objeto de campañas de odio sobre todo en el otoño del 2015 y su muerte fue ignominiosamente celebrada por algunos ultras en las redes sociales.
Durante los primeros días, y ante la falta de evidencias, la policía de Hesse –land en el que se ubica la ciudad escenario del crimen– indagó “en todas direcciones”, hasta que restros de ADN en la ropa del político asesinado condujeron al arresto el pasado fin de semana de Stephan Ernst, de 45 años.
Su historial personal de vinculación con la extrema derecha y con actos violentos convencieron a la Fiscalía General de Alemania, la instancia federal competente en materia de terrorismo y crimen organizado, de que era el principal sospechoso del asesinato.

