El astro del Barcelona volvió a frotar la lámpara y mostró, de nuevo, que no es terrenal. Una “charla” sobre el teclado del cronista.
La sonrisa de Klopp en el gol de Messi lo dice todo.pic.twitter.com/prfma1dox8
— Alan Lara (@alanlarav) May 1, 2019
Tuve que verlo nuevamente. Era como un impulso del alma, una necesidad vital. Y me senté y vi otra vez el segundo tiempo de Barcelona-Liverpool. Ahí estaba él, el dios-fútbol en persona. Y lo vi paso a paso en esos 7 minutos en que prácticamente definió la clasificación para la final de la Champions. Porque el “team” inglés no puede recuperarse de esto, sería de brujos que Liverpool rescatara tres goles. Además, los brujos están todos con Lío Messi, ese chico de Rosario. Lío es irresistible. Y no me refiero al sentimiento de Antonella sino a que lo tengo presente hasta en la sopa. Quiero mirar para otro lado y no puedo. Me siento frente al teclado y, como si fuera Pulgarcito, lo veo gambeteando entre las letras. Ahora casi como que las está ordenando. “Yo soy Messi”, acaba de escribir. Y yo no tengo ninguna duda de que es él.
Sale del televisor y se sienta a mi lado. Toma mi carpeta con sus hazañas, me muestra una hoja de unos años atrás, agarra un lápiz rojo y subraya: “El Club Roma, a través de su página web, ofrece al mejor postor la camiseta del ídolo argentino-catalán, que tras la victoria de Barcelona ante el equipo italiano, por la copa Joan Gamper, el Pulga intercambiara con Francesco Totti, el veterano crack romano”. Qué raro, me dije, Messi dándose corte. Y como si me leyera el pensamiento me dijo: “Es que le gusta a Thiago que la gente conozca el valor que le ven a una camiseta de su papá”. Claro, por Thiago cualquier cosa. Hasta dejar de lado, por un rato, su humildad. Porque enseguida que me dijo esto se ruborizó como un chico. Aproveché para ganarle de mano y le mostré otro recorte. “Esto lo viste, seguro, ¿qué te pareció?”, le dije. “¡Ah! Pep es un grande”, y se sonrió de oreja a oreja. Es que Pep Guardiola, en la arenga que les dio a sus jugadores, como rasgo de autoridad, cuando debutó en la Bundesliga con Bayern Munchen vociferó: “¡Ahora van a hacer lo que yo les diga y como yo lo quiera!” Y, apoyando las manos en su cadera, subrayó: “Sólo hay un jugador en el mundo que no tiene por qué hacerme caso; Messi”. Y ahí estaba otra vez. La estrella de los cuatro puntos cardinales aparecía en Münich invocado como una divinidad.
Y es que es así. Uno conoce a un tipo como Messi y ve la pelota con la forma y el tamaño que él quiera darle. Porque lleva la redonda entre sus pies como si pesara 150 gramos y los arqueros rivales la reciben con un peso de 10 kilos y ovalada. ¿Cómo olvidarse? ¿Cómo separarse Guardiola de aquella imagen de “esa bestia”, así lo llama, como parte de su equipo, el Barcelona de sus amores? Imposible. El periodista catalán Martí Perarnau recuerda esta anécdota: en la previa de un partido decisivo del Barça ante Real Madrid, “cuando quedó solo por la noche en su oficina, estudiando la manera de quebrar la defensa merengue, Guardiola de pronto vio, como en este momento lo veo yo, a Messi moviéndose en el Bernabéu en un vacío que acababa de descubrir a espaldas de los medios. Messi, solo, dispuesto a encarar la defensa merengue. Pep gritó ¡Carajo! Y se lanzó sobre el teléfono”. Y cuenta Martí: “No llamó a ninguno de sus analistas, ni a Xavi, el cerebro del equipo. Llamó directamente a Messi: ‘Leo, soy Pep, tengo algo importante, muy importante. Ven ahora. Ya'”. Y sigue Perarnau: “A las diez y media de la noche, Lío Messi, de 21 años, golpeó suavemente la puerta del despacho de Pep. El entrenador le enseñó un video y detuvo la imagen mostrándole la zona vacía que a partir del día siguiente iba a ser suya: la zona Messi, la del falso 9”.
Al día siguiente de aquella noche de mayo de 2009, Messi, de la mano de Pep, encontró su función en la cancha y se zambulló en su gran carrera alrededor del mundo. Y como ahora reconoció Guardiola, “ese animal hace lo que quiere”. En ese tono, aunque un poco más respetuoso, su DT actual, Eduardo Valverde, en un reportaje previo al partido de este miércoles en el Camp Nou, no escatimó elogios y sentenció: “Cualquier problema que aparezca lo resuelve Messi. Él define los partidos importantes”. Y, repito, así es. Para rematar esta visión barcelonesa, la palabra de un compatriota del Pulga y ex compañero: “Cuando un técnico tiene a Messi, tiene en un jugador lo que normalmente en un equipo tenés en tres: baja para conducir y armar el juego, es un asistidor y un definidor. ¿Qué es Messi? ¿delantero? No ¿goleador? Sí, hace goles, pero no lo podés definir como goleador ¿Mediocampista? No. Es todo junto. Es un jugador total”, analizó Javier Mascherano
Hoy, a los 31 años, Messi está sentado en el palco de los dioses.
Números: en su carrera profesional acaba de llegar al gol 600 en 683 partidos. Como infantil, en Newell’s Old Boys, en 176 partidos anotó 234 goles (entre 1994 y 1999). En Barcelona, como juvenil, en 107 partidos anotó 105 goles (entre 2000 y 2005). Ya en La Liga, en 450 partidos marcó 417 goles, con 162 asistencias. En 28 finales con la camiseta “azulgrana”, marcó 28 goles. En tanto que en el Seleccionado argentino en 129 partidos anotó 65 goles, con 40 asistencias.
Por último, como dato para confirmar su progreso permanente, esta temporada 2018-2019, en 46 partidos conquistó 48 goles, con lo que alcanzó un promedio de 1,04 por match, el más alto de su carrera para una temporada.
* Periodista emérito