El autor, en esta entrega, recuerda que el onomástico del “Día del Trabajador”, antes lo fue de la Carta Magna. Los fundadores del Club del Progreso contra la antigua grieta.
Cuando teníamos corta edad y en la escuela se celebraban las efemérides, una de ellas era el 1º de mayo, que además de ser el “Día del Trabajo”, era el “Día de la Constitución”. Ésta última fecha ha sido olvidada y recordaba que el Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Santa Fe, un día como hoy de 1853, sancionó la Constitución Nacional.
Una comisión especial integrada por el doctor Salvador María del Carril, don Martín Zapata y don Benjamín Gorostiaga -todos constituyentes- fue encargada de presentarla para su aprobación al presidente, el general Justo José de Urquiza, que se encontraba en San José de Flores. Llegaron a destino el 22 de ese mes y el mandatario al recibirlos les expresó: “El 25 de mayo expediré el decreto de promulgación, para que la Constitución sea la ley de la Confederación Argentina. Y así, la memoria de los ilustres varones que el 25 de mayo de 1810 concibieron el proyecto atrevido de emancipar a estos países, recibirán un homenaje, que correspondiendo a sus intenciones, nos lave ante el mundo de la mancha que nuestros extravíos de cuarenta y dos años nos han merecido”.
Palabras más o menos parecidas han sido repetidas con relativa frecuencia por quienes han dirigido los destinos del país hasta el presente. Y justamente, quizás, mirar el progreso más allá de las pasiones o diferencias circunstanciales es lo que hizo en aquel momento, no sin lucha y sin sangre, encauzar el país.
En 1852 la sociedad argentina se encontraba dividida en dos posiciones que parecían totalmente irreconciliables, los porteños y los provincianos. Los primeros no aceptaban a Urquiza y trababan el desarrollo del país después de la batalla de Caseros. Don Diego de Alvear, hijo del vencedor de Ituzaingó, médico de profesión, en marzo de ese mismo año convocó a cincuenta y seis vecinos de la ciudad de Buenos Aires y les propuso fundar un club cuyos objetivos fueran: “Desenvolver el espíritu de asociación con la reunión diaria de los caballeros más respetables tanto nacionales como extranjeros… uniformando en lo posible las posiciones políticas por medio de la discusión deliberada y mancomunar los esfuerzos de todos hacia el progreso moral y material del país”. Con estos objetivos, un día como hoy se fundó el “Club del Progreso”. Según una carta del fundador publicada en el diario “la Tribuna”, indica que en 1853 no interesaban a los socios tan solo los aspectos políticos sino terminar “con la división y la desconfianza recíproca en que vivíamos”. Este objetivo se lograba a través de diversas actividades sociales, principalmente bailes y tertulias donde se encontraban las más importantes personalidades del momento.
El club, en su sede de la calle Sarmiento, antigua residencia de la familia Duhau, no deja de desarrollar actividades culturales, debates, seminarios y conferencias, los que son un intento fecundo para finalizar, como en los años fundacionales, con la división y el odio. A través de su presidente Guillermo Lascano Quintana no deja la entidad de incitar a través de cartas de lectores y en reuniones a buscar ese encuentro.
Una foto de esa vieja Plaza de Mayo que acompaña esta nota, muestra un magnifico edificio de gran balconada detrás del Cabildo: es la sede del Club del Progreso y juntos son un testimonio de la primera de las casas de la Patria y la de una entidad señera del país.
* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación