Pau Allen dejó “todo atado” pero os intereses en juego son muchos, incluyendo los de sus parientes, los del personal que trabajaba a su servicio. Las inversiones.
Paul Allen, el legendario cofundador de Microsoft, murió el pasado lunes a los 65 años y no tenía esposa ni hijos, por lo que ahora comienza una batalla que podría durar años por su inmensa fortuna, calculada en 26.000 millones de dólares, que incluye propiedades, obras de arte, equipos deportivos y participaciones de capital de riesgo.
Los intereses en juego son muchos, incluyendo los de sus parientes, los del personal que trabajaba a su servicio, los de las organizaciones benéficas y los de los potenciales inversionistas, ansiosos por sacar alguna tajada de la herencia.
“Aunque se trata de una persona y sus posesiones personales, es casi como la disolución de una gran corporación”, consideró Darren Wallace, un abogado del estudio Day Pitney especializado en cuestiones de bienes raíces de grandes patrimonios. “Incluso si los trámites avanzan con fluidez, el proceso podría durar de tres a cinco años”, agregó.
Allen fundó Microsoft junto a Bill Gates pero luego se retiró y pasó más de tres décadas fuera del gigante del software dedicándose a una variedad de negocios y emprendimientos filantrópicos.
Según la revista Forbes, Allen era la 44° persona más rica del mundo y probablemente alrededor de la mitad de su fortuna se destine a fines caritativos a través de la organización Giving Pledge, una agrupación de multimillonarios donde Allen trabajaba desde hace casi una década.
Vulcan, la compañía que administra el dinero de Allen desde hace 32 años, es el paraguas de una variedad de inversiones y actividades filantrópicas: incluye la inmobiliaria Vulcan Real Estate; una cartera comercial que Bloomberg estima que vale 1500 millones de dólares; y Vulcan Capital, un fondo de inversiones en empresas públicas y privadas.
Allen tenía además una de las colecciones de arte más grandes del mundo y participaba como propietario de dos equipos deportivos profesionales por un valor aproximado de 3000 millones de dólares.
Sus intereses filantrópicos se dividieron en varios emprendimientos: la fundación Paul G. Allen, iniciada por Paul y su hermana Jody, maneja activos valorados a fines de 2016 en 766 millones de dólares. Además está el Allen Institute, una organización benéfica pública dedicada a la investigación médica, con Jody y varios empleados de Vulcan como directores.
Lori Mason Curran, directora de Estrategia de Inversión en bienes raíces de Vulcan, dijo que no hay cambios inminentes para la red de intereses de Allen. “Paul pensó concienzudamente cómo podrían continuar las muchas instituciones que fundó y apoyó cuando él ya no estuviera”, dijo en un comunicado enviado por correo electrónico a The Washington Post, aunque no dio más detalles. “Ahora es el momento de enfocarnos en la vida de Paul y permitir que su familia y amigos tengan un espacio de dolor. Continuaremos trabajando para promover la misión de Paul y los proyectos que nos confió”, concluyó.