El régimen venezolano volvió a tener un aliado en la Moncloa con el ascenso del socialista Pedro Sánchez. Las otras alianzas.
En apenas cuatro meses, España ha pasado de liderar los esfuerzos para la que UE impusiera sanciones a los principales dirigentes del gobierno bolivariano de Venezuela a encabezar la facción que reniega de las mismas y pide más “diálogo”.
Un giro de 180 grados o “casi”, según fuentes diplomáticas. Un giro político e ideológico con el que se busca aliviar parte de la presión sobre Nicolás Maduro para intentar forzar así una mediación y una negociación entre las partes.
No obstante, también se trata de una decisión que ha generado revuelo en la cancillería española porque revierte años de esfuerzos en dirección contraria, lo que ha dejado a buena parte de los socios comunitarios con la boca abierta.
Ahora, en medio de una oleada represiva, tras el presunto suicidio en prisión del opositor Fernando Albán o tras la llegada del preso político Lorenzo Saleh a España, Sánchez apuesta por una revolución que pone en evidencia la falta de coherencia del país en asuntos exteriores.
Tras años de jugar papeles secundarios, los objetivos de los últimos gobiernos habían sido, sobre el papel, el asumir un rol más activo e importante en la crisis venezolana. Y a la primera de cambio, de nuevo, se da un giro casi total a las prioridades, los intereses y las estrategias.
“Sinceramente, no lo puedo entender”, explica una fuente comunitaria. “Esto sólo sirve para que la UE haga una vez más el ridículo, cambiando de ideas cada dos por tres. Nos debilita o mejor dicho, nos debilitamos solos”, coincide un segundo funcionario europeo.
Simultáneamente, Caracas ha profundizado su deriva hacia los regímenes de Rusia, China e Irán, aliados con los que encaró acuerdos de defensa inéditos, luego de cerrar tratados de comercio importantes, que preocupan a Estados Unidos.