Una mujer trans triunfó en Vermont y el 8 por ciento votó a un chico de 14 años. Lo no tradicional gana espacio ante la falta de respuestas de la política tradicional.

Después de un año y medio de presidencia del republicano Donald Trump, el Partido Demócrata de Estados Unidos tiene en el las próximas elecciones legislativas de medio término la oportunidad -y la necesidad- de levantarse de la dura derrota que colocó al extravagante magnate en la Casa Blanca y, en algunos aspectos, parece intentar encontrar el éxito con la misma receta con la que ganó el rey del mercado inmobiliario neoyorquino en 2016.

Hace pocos días se desarrollaron las elecciones primarias demócratas en el estado de Vermont para encontrar un candidato a gobernador en los próximos comicios de noviembre.

Un análisis de los candidatos que más resonaron en los medios de comunicación indica una característica en común: fueron más importantes para la repercusión aspectos de la vida privada que la plataforma electoral de cada uno de los postulantes.

La ganadora fue Christine Hallquist, la primera mujer trans de la historia estadounidense en ser candidata a la gobernación de un estado. En noviembre enfrentará al actual gobernador, el republicano Phil Scott, amplio favorito para ganar los comicios.

Sin embargo, aunque los demócratas tengan pocas chances de triunfar, las elecciones de Vermont pueden ser un buen experimento pensando en las presidenciales de 2020.

La irrupción de Trump en el tablero político fue un cachetazo para los candidatos tradicionales, tanto republicanos como demócratas. El multimillonario, apoyado en su inmensa fortuna y en su fama en la TV, comenzó su campaña casi de manera solitaria, pero ese rótulo de “outsider” de la política se convirtió en una de sus fortalezas.

Candidato atípico, con un uso descontrolado de Twitter, con un lenguaje que de tan llano a veces desbarranca en insultos a sus rivales, sin ningún respeto por el protocolo, dio la sorpresa ante los esquemas tradicionales y llegó a la Casa Blanca, sorprendiendo a un Partido Demócrata que descansaba sobre el prestigio de Barack Obama y el apellido de Clinton para lograr permanecer en Washington.

Si el éxito de Trump se basó en lo “distinto” a la política tradicional, las primarias demócratas de Vermont revelan que, al menos en ese estado, el partido identificado con el burro también intenta la victoria con candidatos que venden la imagen de algo “nuevo” y “distinto” a la política tradicional. Un Trump… a lo demócrata.

Hallquist, de 62 años, se muestra en el polo opuesto a la política sexual de Trump, conocido ya por su misoginia y varias declaraciones desafortunadas no solo contra las mujeres sino ante el colectivo LGTB.

Pero antes de las internas Hallquist no había sido la oferta demócrata que más espacio había ganado en los medios. Ese lugar estuvo reservado para Ethan Sonneborn, en “candidato-niño” de tan solo 14 años.

Vermont no tiene un requisito de edad mínima para ser candidato sino que solamente pide una residencia de cuatro años previos a los comicios. Por eso, cuando Sonneborn entregó las 500 firmas de residentes en el estado que pide la ley, las autoridades le dieron luz verde para competir.

El adolescente recolectó un nada despreciable caudal de 8% de los votos. Y menos despreciable aún es la cantidad de dinero que recaudó su campaña: 700.000 dólares.

Sin dudas que los demócratas buscaron algo distinto. No lo hicieron en un estado cualquiera. Vermont es conocido por su política liberal y pensamiento político independiente, que lo ha convertido en el único estado que ha tenido un gobernador socialdemócrata, ajeno a los partidos Demócrata y Republicano.

En noviembre será el primer test en serio para estos ensayos del laboratorio demócrata. Todo sea por vencer a Trump. Aunque sea necesario utilizar los métodos de Trump.