En estos días de turbulencia financiera son muchos los indicadores que se han teñido de amarillo alertando sobre peligros potenciales para la economía nacional y otros que están directamente en rojo exponiendo la inminencia de ciertos riesgos. Y las culpas se reparten por color político en vez de por un análisis técnico.
La alta inflación proyectada de más del 32% anual, la constante devaluación de la moneda, la caída del 8,1% de la actividad industrial en junio, la tasa de referencia del BCRA fijada en un 45% (que repercute en el resto), la caída del consumo un 3,5% el último mes y el potencial crecimiento del desempleo, son solo algunas de las señales que muestran a nuestra economía en un ciclo recesivo, que se inició casi a mitad de este año, pero que por falta de proyecciones confiables no se conoce la profundidad que alcanzará ni su duración.
Pero hay un indicador que los inversionistas utilizan llamado comúnmente “riesgo-país” o, técnicamente, el Emerging Markets Bonds Index (EMBI), que está mostrando un comportamiento al alza realmente sugestivo.
El EMBI es calculado por JPMorgan Chase basado en el comportamiento de la deuda externa emitida por cada país: esto es, mientras menor certeza de que el país honrará sus obligaciones, más alto será el EMBI de dicho país, y viceversa.
El EMBI es la diferencia (SPREAD) entre las tasas de interés que pagan los bonos denominados en dólares, emitidos por países subdesarrollados, y los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados “libres” de riesgo.
De alguna manera la tasa de rendimiento de los bonos del Tesoro de EEUU más el EMBI de un país determinado sería igual a la tasa de rendimiento mínima que exigiría un inversionista para invertir en ese país. A mayor “riesgo-país” se exigen plazos más cortos y tasas de rendimiento más altas, lo cual hace inviables las inversiones productivas y de infraestructura, pudiendo llegar hasta la falta de financiamiento total para el país.
El cuadro 1 muestra el comportamiento del EMBI argentino, durante el año 2015 hasta nuestros días, en relación con el mismo indicador promedio de países latinoamericanos (entre otros Brasil, Colombia, México, Venezuela, Ecuador, Chile y Uruguay) pasando por la fecha de referencia del 10 de diciembre del 2015, en la cual se produjo el cambio de la administración nacional.
Cuadro 1
La curva muestra el comportamiento de este indicador como diferencia entre el valor del mismo y la fecha de referencia del cambio de gobierno.
Entonces vemos como el “riego-país”, un año antes del cambio de Administración, durante el año electoral de 2015, comienza un ciclo descendente producto de la mejora en las expectativas que producía un cambio esperado de las reglas de juego en materia política y económica. Esta curva descendente se produce más allá del comportamiento general de la región, que es lo que expone la tendencia, aislando de esta manera en el análisis los factores externos que pueden afectar de manera general los riesgos de los países subdesarrollados o de economías emergentes. La administración Macri asume un país con un EMBI de 480 puntos básicos, siendo el promedio de Latinoamérica en esa fecha de 484 (fuente JPMorgan) o sea, prácticamente similares.
Esta tendencia favorable del indicador del “riesgo-país” subsiste hasta mayo del 2016 y luego vuelve a estar por encima del promedio de la región, hasta junio del 2018, que decididamente de despega del promedio latinoamericano llegando el 10 de agosto pasado a 700 puntos básicos, y quedando 260 puntos por encima del inicio de la actual Administración y 285 PB más que el indicador promedio.
El cuadro 2 expone la evolución de ambos indicadores, el latinoamericano y el argentino, como diferencia sobre la fecha base del 10 de diciembre de 2015, mostrando claramente cómo las expectativas favorables que se forjaron durante ese año y el primer trimestre de 2016, produjeron un abaratamiento del costo financiero argentino medido por el EMBI (a pesar de que el promedio regional acusaba el impacto de políticas económicas de los países centrales que comenzaban a señalar un endurecimiento del financiamiento internacional) y ya desde mitad de 2016 en adelante, llegando a la situación actual, la percepción del riesgo argentino visto desde los inversores internacionales fue cada vez más crítica, retrocediendo hasta valores anteriores al cambio de la gestión económica nacional.
En conclusión, podemos afirmar que si bien es cierto que durante el primer semestre de este año aumentó la tasa de referencia del Tesoro americano y esto provocó el típico “fly to quality” de los capitales financieros globales de los países emergentes hacia los centrales, con un impacto sobre el riesgo regional en su conjunto, las causas que explican fundamentalmente la aversión al riesgo argentino en la actualidad, hay que buscarlas en factores locales, al acierto o no de la gestión económica y de las finanzas durante estos años, y en el enfoque estratégico que le imprimió la actual Administración nacional al modelo (si lo hay) de producción y servicios en nuestro país.
* Economista