Oficialismo y oposición: los senderos que se bifurcan

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Pasó el “supermartes”, como lo calificó el periodismo, y el gobierno pudo al final del día respirar aliviado ya que las Lebac se renovaron casi en su totalidad y el dólar paró su disparada.

Luis Caputo, el gran garante  de los mercados financieros que prestaron a la Argentina, y Nicolás Dujovne, el articulador del acuerdo con el FMI, tuvieron un descanso luego de un mes de trajinar la aridez de los mercados, las especulaciones financieras y el fantasma de una crisis profunda.

También el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, que jugó fuerte en sus últimas semanas para frenar la estampida del dólar, pudo este martes quedar satisfecho, a pesar de elevar las tasas al 40%.

La batalla fue ganada aunque las consecuencias comienzan a sentirse y se sentirán aún más en los meses por venir, con mayor inflación y menor crecimiento, como lo mencionó el propio ministro de Hacienda. Con la devaluación sufrida y la depreciación del peso, las paritarias pendientes y las ya acordadas, buscarán un 25%, en paralelo a la inflación que se estima, más cerca de este número que el del 15% en el que se insistió desde el Gobierno, sin sentido, hasta hace unos pocos días.

La crisis sufrida también fue política, como lo veníamos sosteniendo desde sus inicios. El gobierno de Mauricio Macri parece haber asimilado el golpe. En la interna de Cambiemos, desde el Ejecutivo se anunció la incorporación al “club de las decisiones” de figuras como Ernesto Sanz, los gobernadores Gerardo Morales y José Cornejo –a su vez, presidente de la UCR-, a Fernando Sánchez de la Coalición Cívica, a Gabriela Michetti, quien trabaja la política en silencio desde el Senado, y a los que habían sido marginados como Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. En este caso, un sinsentido cometido desde la propia Casa Rosada en plena crisis y en medio del pugilato por las tarifas.

Parecería que desde el gobierno se tomó conciencia de que la política se resuelve con más política y no con técnicas y análisis económicos de coyuntura. El clima de los sectores medios, votantes de Cambiemos, es un problema directo de la tormenta general, que el gobierno y su alianza de origen deberán resolver y seducir nuevamente de cara al 2019, tarea difícil, pero no imposible, dentro de un período que se caracterizará por ajustes, alza de tarifas y conflictividad social en las calles, en términos de reclamos genuinos, sumados a ellos, los adoradores del incendio.

El peronismo gobernante en provincias e intendencias también sufre lo suyo, ya que quedó embretado en la crisis, entre el kirchnerismo que rechaza todos los acuerdos de gobernabilidad y consenso con el gobierno y el llamado gubernamental a ser partícipe de la racionalidad, el ajuste del déficit fiscal y la normalidad institucional.

Queda más que claro que este peronismo busca -y lo seguirá haciendo- recolectar a los heridos de la clase media, los más golpeados con la crisis y con lo que se vislumbra a futuro. No pueden ni quieren tener el más mínimo acercamiento con el kirchnerismo y los “hinchas” del helicóptero, pero a su vez deben ser opositores a Macri si pretenden ser alternativa de poder.

Al Gobierno, léase el PRO, también la crisis lo obligó a llamar a sus socios en Cambiemos para, supuestamente de ahora en más, debatir internamente las decisiones clave. Asímismo, para prorratear el costo político de las medidas antipáticas que se deberán tomar ante una sociedad golpeada. Distribución de cargas que también le tocará al peronismo gobernante si acompaña, por necesidad, las resoluciones que implicará el plan de acciones que llevará a cabo la política económica del gobierno, ahora auditado desde el FMI.

En el juego político el peronismo tiene un sendero angosto ya que si avala en demasía quedará pegado al Ejecutivo y si rechaza con dureza se corre hacia Cristina y los suyos. Un dilema que deberá resolver. Lo que ha quedado claro para el gobierno, o así lo esperamos es que toda acción económica sin política, puede llevarlo a la ruina. Sólo la comprensión que a una crisis cualquiera que sea: cambiaria, inflacionaria y de pérdida de confianza, sea en los mercados o en la sociedad, se la afronta no sólo con buenas decisiones económicas, sino con política y con los más aptos para realizarla. El chubasco se campeó, pero la tormenta de acá a fin de año, está latente.

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