El cardenal de Hong Kong acusa a la Santa Sede de pedir a los obispos reconocidos por el Papa que renuncien en favor de los elegidos por el gobierno chino.
El papa Francisco puso en marcha grandes reformas a su llegada. Pero más allá de todos esos cambios estructurales, el movimiento político más importante que puede llevar a cabo durante su Pontificado, a punto de cumplir su quinto año, sería el deshielo de las relaciones de la Santa Sede con China, rotas desde 1951. Desde su nombramiento se han producido decenas de acercamientos. Pero Pekín sigue enrocada en dos cuestiones cruciales: La Santa Sede debe romper sus relaciones con Taiwán, y reconocer a los obispos nombrados por el país. Y en eso ha habido importantes novedades últimamente.
La primera demanda —la Santa Sede es uno de los 20 países con los que mantiene relaciones Taipei en todo el mundo— nunca ha sido un problema. El día después, apuntan fuentes conocedoras de la negociación, se podría llevar a cabo. Y en la segunda, según lo que publicó Asia News esta semana, se están produciendo movimientos relevantes, a pesar de que a no todo el mundo le guste. En China conviven dos iglesias: la oficial, que respalda el Gobierno y no reconoce la autoridad del Papa para nombrar obispos, y la clandestina, cuyos representantes se encuentran amenazados y siempre han tenido el apoyo de la Santa Sede. Y en ese sector, no siempre se ve bien el carácter de las negociaciones.