Peronismo: no es amor, es espanto

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Un lúcido dirigente peronista cordobés tiene una definición maravillosa y autocrítica sobre el movimiento creado por Juan D. Perón: “El peronismo es como la puerta giratoria de un supermercado: se puede entrar, salir, volver a entrar, quedarse adentro, volver a salir, con un queso, una botella de whisky o de leche, un detergente, etc.”

Es decir, pragmatismo tan puro que, al decir de Julio Bárbaro, para ser peronista sólo hace falta “decir que uno es peronista”.

Esta realidad lo hace diferente a otras fuerzas políticas, más estructuradas, con principios menos moldeables. Dicho esto, pensar como algunos sostienen que esta fuerza política está destinada al ocaso, es de una ingenuidad pasmosa. Esto no implica que derrotado en 2015 y 2017, tarde más o menos tiempo en reconstituirse como fuerza alternativa de poder. El 2019 está encima y el tiempo parece corto pero, no cejarán en el intento.

Esto lo saben con claridad en Cambiemos, el radicalismo, la Coalición Cívica y un sector del PRO. Otro cree que ha sido fundacional en el sepelio del peronismo, sea cual sea su variante, lo que se traduce en tomar con liviandad la designación de Luis Barrionuevo como interventor del PJ por decisión de la jueza María Servini de Cubría. A Barrionuevo le caben las generales de la ley de todos los sindicalistas, eternizados en sus gremios y con la peor imagen en cualquier encuesta seria del mercado. Los sindicalistas argentinos encabezan la imagen negativa por sobre la justicia y la política. Ahora bien, no reconocerle su capacidad de maniobra política y el camino de calle recorrido es otra ingenuidad. Que sea él la “figura de la renovación” y Gioja, un “perokirchnerista” es otra cuestión.

Barrionuevo, un opositor de Néstor y Cristina Kirchner desde 2002, viene, como él mismo lo ha expresado, a permitir y alentar que el PJ pueda nuclear a todos los sectores desperdigados del peronismo, a promover internas y buscar una fórmula y una propuesta atractivas para 2019. Hasta ironizó diciendo que las “puertas del PJ están abiertas incluso para Cristina Kirchner y su prontuario” si deseara participar en internas.

El líder de los gastronómicos, cuya esposa Graciela Camaño es principal espada del Frente Renovador, aspira a que, tanto Massa como Randazzo, Pichetto –hoy figura relevante del peronismo opositor y facilitador de la gobernabilidad-, los gobernadores como Urtubey, Uñac, Bordet y Bertone, entre otros, y dirigentes como Omar Perotti, José Manuel De la Sota, Juan Schiaretti y demás figuras se reincorporen al PJ luego de la salida del tapón kirchnerista de Gioja. A Cristina y al kirchnerismo residual, atrincherados en La Matanza, y otros distritos del Gran Bueno Aires, será difícil verlos ingresar al PJ a medir fuerzas ya que por su propia condición de “vanguardia iluminada” y su oposición cerril al gobierno de Macri, sólo compartida con la izquierda, los movimientos sociales afines y los gremios más opositores, seguramente conservarán su identidad como Unidad Ciudadana u otra denominación acorde al momento.

Lo que sí es seguro, más tarde o más temprano, es que el peronismo no kirchnerista se coagulará dándole forma a una alternativa electoral. En este empeño se encuentra Barrionuevo y subestimarlo sería un error grave del gobierno. Los encuentros en Gualeguaychú y en Córdoba, recientemente, así lo demuestran. De allí que tanto la Coalición Cívica como el radicalismo salieran a cruzar voces con el ajuste tarifario que golpea a los sectores medios de manera notoria, es decir al electorado que fue fiel a Cambiemos en 2015 y 2017. La UCR, a su vez, ha planteado un secreto a voces, ya que con extensión territorial puede disputarle al peronismo, con la coalición Cambiemos, varias provincias en el 2019, siempre y cuando el mal humor no crezca ante la inflación y los golpes que reciben esos sectores medios a través de la carga impositiva o tarifaria. Que son necesarios, que sinceran una realidad, nadie lo discute: ahora, lo que a veces ayuda a la gestión se da de palos con la política de corto aliento, algo que caracteriza a la sociedad argentina. Un dilema que el gobierno tiene en sus manos.

El peronismo sabe que el reacomodamiento que está realizando el gobierno de Cambiemos es necesario, y mejor aún si no son ellos los que tienen que hacerlo. Que el costo lo pague Cambiemos no es menor para la proyección del peronismo.

Una virtud y a la vez defecto que tiene el peronismo es su capacidad de ser un “transformer”, de acuerdo a los tiempos y circunstancias. Su agitada historia, en algunos momentos traumática, lo demuestra con claridad y nada indica que haya perdido su instinto de supervivencia, tiene la política infusa.

Si llegará al 2019 con chances de ser alternativa real o deberá esperar un período más, lo dirán las variables y factores que no sólo manejan ellos, pero que tampoco son exclusividad del gobierno.

Algo que ha sucedido con casi un año y medio de anticipación es la anunciada salida de Emilio Monzó de la Cámara de Diputados, ya que no renovará la banca. De Ministro de Gobierno de Macri en la Ciudad, fue uno de los armadores de la coalición Cambiemos con una estrecha relación con sectores del radicalismo y la Coalición Cívica, lo que hizo posible el 2015. Desde la presidencia de la Cámara baja logró en 2016, con una notoria minoría de legisladores, la aprobación de todas las leyes relevantes para el oficialismo, negociando –de esto se trata la política- con distintos sectores del peronismo opositor, algo no menor. Excluido por el círculo más cercano al Presidente de la campaña de 2017, Monzó y otras figuras del PRO como Nicolás Massot, presidente del Bloque, e inclusive Rogelio Frigerio, fueron relegados en la toma de decisiones del más alto nivel. Respetado por el radicalismo, la Coalición Cívica y la oposición, su salida no será neutra para el oficialismo, quien deberá reemplazarlo por alguien que tenga las cualidades necesarias para la difícil tarea de presidir la Cámara baja.

Según trascendidos periodísticos, se le habría ofrecido una relevante embajada, algo que consideramos, a suerte de equivocarnos, que está lejos de las aspiraciones de Monzó. Seguramente, seguirá haciendo política, que es lo que más y mejor sabe hacer.

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