En los últimos meses han salido a la luz diversas investigaciones que estarían más cerca de encontrar una solución para esta dolencia.
El Alzheimer fue descubierto a principios del siglo XX por Alois Alzheimer, un psiquiatra alemán que fue el primer médico en examinar un cerebro afectado por esta enfermedad y estudiar las alteraciones presentes en el órgano. Sin embargo, esto no quiere decir que no existiera ningún caso de esta dolencia con anterioridad sino que había pasado desapercibida durante siglos por la similitud que existe entre sus síntomas y los de la demencia. Desde entonces, su diagnóstico no ha parado de aumentar y ya ha sido considerada por los expertos como la enfermedad del siglo XXI.
Las cifras de esta enfermedad no son nada halagüeñas: en Argentina se ha convertido ya en la quinta causa de fallecimiento y se espera que el número de afectados a nivel mundial ascienda hasta llegar a los 131,5 millones en el 2050.
A pesar de que habitualmente se suele pensar en ella como en una enfermedad estrictamente mental, lo cierto es que se trata de una dolencia física ya que existe un daño en el cerebro que aumenta de manera progresiva causando pérdida de memoria, trastornos de comportamiento, dificultades en el habla o en los movimientos, etc.
Las personas aquejadas de Alzheimer suelen superar los 60 años, por lo que se la considera propia de la vejez. Con todo, también existen casos de pacientes que rondan la cuarentena, aunque son los menos.
Debido a su estrecha relación con la vejez y la demencia, el diagnóstico y la prevención de la enfermedad se vuelve todavía más complejo, más aún teniendo en cuenta el aumento del envejecimiento en la población a nivel mundial.
Entre las recomendaciones para evitar e incluso retrasar la aparición del Alzheimer se encuentra la de llevar una vida sana, en la que exista la práctica de deporte físico diario y una dieta equilibrada. También es de vital importancia trabajar el funcionamiento del cerebro a través de actividades que requieran grandes dosis de atención y memorización. La práctica de deportes mentales como el ajedrez, el Go o el póker, englobado en este tipo de disciplinas desde el año 2010, ayudan a mantener el cerebro en estado de alerta y en continuo trabajo.
Con todo, todas estas medidas no son más que recomendaciones ante la falta de un remedio que elimine de raíz la enfermedad. A pesar de que todavía no existe una cura como tal, en los últimos años se han llevado a cabo diferentes estudios cuyos resultados son francamente esperanzadores. Uno de los últimos en ser llevado a la práctica ha sido el coordinado por los investigadores de los Institutos Gladstone de San Francisco, en California. El estudio ha trabajado sobre el papel dañino que cumple la variante E4 del gen de la apolipoproteína (APOE). Estudios anteriores ya habían revelado que poseer una copia de esta variante aumentaba el riesgo de padecer la enfermedad en hasta tres veces, mientras que tener dos copias podía aumentar esta posibilidad hasta en 12 veces. Los resultados que se derivaron de la investigación llevada a cabo por los investigadores estadounidenses, confirman que la variante E4 de esta proteína posee una forma anormal en las células del cerebro humano, por lo que su funcionamiento es incorrecto y provoca la aparición de enfermedades. Este descubrimiento es altamente importante para la creación de fármacos, ya que hasta el
momento no se había experimentado con células humanas sino que los estudios se habían sido llevados a cabo con ratones y su organismo responde de manera diferente al de los humanos ante esta variante.
Otro de los avances más importantes en la lucha contra el Alzheimer es el que tiene que ver con la detección de la enfermedad. Como ya se ha comentado, el diagnóstico de esta enfermedad es muy complejo y suele realizarse cuando la enfermedad ya está es una fase muy avanzada. Además, las pruebas que se llevan a cabo con esta finalidad suelen ser muy doloras y caras. Es por ello por lo que un grupo de investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis ha desarrollado una investigación que vendría a demostrar que con un simple análisis de sangre se puede detectar la enfermedad en los pacientes. Tras estudiar muestras de sangre de diferentes pacientes que llegaron a desarrollar la enfermedad con los años y compararlas con las de aquellos que no presentaron síntomas de la misma, el porcentaje de éxito en el diagnóstico se sitúa en el 86%. Un dato tremendamente positivo que podría permitir detectar la presencia de la enfermedad mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas, logrando así un tratamiento más efectivo.