1) ¿Por qué este es el tiempo en el que la mayor, la más esencial y la más grandiosa lección de periodismo la da alguien que no es profesional del periodismo como Sergio Maldonado, el hermano de Santiago, quien, acosados su familia y él por un show macabro al que groseramente seguimos llamando “periodismo”, dijo: “Si no tienen qué poner, pongan música. Somos humanos nosotros”?
2) ¿Por qué tantos periodistas se/nos identifican/identificamos con la lección que, en medio del mayor dolor, ofrece Sergio Maldonado y, sin embargo, muchas de las prácticas visibles del periodismo van en contra -violentamente en contra- de ese mensaje?
3) ¿Quién o quiénes resuelven que el periodismo y la comunicación a través del periodismo sean, con una frecuencia evidente, lo menos parecidos a lo que requiere y enseña Sergio Maldonado?
4) ¿El ejercicio periodístico inverso al mensaje de Sergio Maldonado es sólo, como algunos periodistas sugieren, la consecuencia de que muchos periodistas se convencen de que el periodismo es decir lo que sea, lo más rápido que sea, lo más fuerte que sea, con la mayor resonancia que sea y en busca del efecto que sea?
5) En otros términos, ¿la abundancia de las prácticas “periodísticas” que hicieron que Sergio Maldonado tuviera que decir “si no tienen qué poner, pongan música” es sólo consecuencia de que en el “periodismo” se desempeña gente que contraviene una de las aseveraciones más famosas de Ryszard Kapuscinski, polaco y maestro del periodismo, esa que dice “para ser buen periodista hay que ser buena persona”?
6) ¿O no? ¿O, aun asumiendo que abundan las prácticas “periodísticas” efectuadas en el nombre del periodismo que apuntan casi exclusivamente a la mayor velocidad con la mayor estridencia sin detenerse en la trama de los contenidos, hay algo mucho más en el fondo? ¿O no? ¿O, aun asumiendo de manera discutiblemente lineal que “para ser buen periodista hay que ser buena persona”, la razón más honda de este escenario es otra? ¿Serían esas prácticas “periodísticas” tan brutales, tan abundantes y tan naturalizadas si no fuera que los dueños de los mayores núcleos de poder comunicacional y económico de este tiempo proponen que el “periodismo” sea eso?
7) ¿Sería posible el ejercicio de un “periodismo” tan irrespetuoso de la condición humana -“somos humanos” debió recordarle Sergio Maldonado a los periodistas luego de que su familia y él permanecieran horas y horas cuidando un cuerpo que quizás fuera el de un hermano al que buscan hace 80 días- si ese periodismo no fuera cincelado, estimulado y consolidado por los núcleos de poder económico y comunicacional que se adueñan del derecho humano esencial a estar informados y lo administran sin respetar a la condición humana?
8) Y si así fuera, ¿por qué a los núcleos de poder económico y comunicacional de este tiempo no les importa vulnerar la condición humana (“somos humanos”, se insiste, fue lo que tuvo que recordar Sergio Maldonado)? ¿Será que para esos núcleos poderosísimos la condición humana es o debe ser otra cosa? ¿Será, por ejemplo y como acaso se verifique cada día y como detallan teóricos de corrientes diversas, que para esos núcleos de poder económico y comunicacional lo que importa es forjar cierto tipo de conciencia y ciertos modos de acumulación de capital usando la “información” (el flujo de noticias, la modelación de la realidad, contar de determinados modos, contar unas cosas y no contar otras) como mercadería sin detenerse ni en nada ni en nadie más que en su lugar y en sus intereses en el mundo de poder económico y comunicacional?
9) Y, de nuevo, si así fuera, ¿por qué habría que esperar o que pedirles a esos núcleos de poder económico y comunicacional que defendieran otra comprensión de la condición humana? ¿Pueden esos núcleo de poder económico y comunicacional que dirigen el conjunto de su acción a defender ese poder económico y comunicacional abordar todo lo que cabe en torno de Santiago Maldonado desde una comprensión diferente de la condición humana? ¿Quieren hacerlo en esta era en la que cuesta divisar qué quedó de los otros campos -el prestigio social, el compromiso con cierto desarrollo cultural, el debate de muchas o de pocas ideas- que, un poco más o un poco menos, formaban parte de las búsquedas y de las exposiciones de las propuestas periodísticas surgidas desde esos núcleos? ¿Quieren hacerlo aunque en esos núcleos sigan trabajando excelentes periodistas que, cada vez en condiciones peores, tratan de hacer su labor lejos de lo que se les pretende imponer?
10) ¿Harían eso los núcleos de poder económico y comunicacional justo en esta edad de la historia en la que la industria de la comunicación (asociada en no pocos rincones de la Tierra al poder financiero más que a otras industrias tradicionales) es el mayor poder para definir qué cosa es y qué cosa no es la humanidad, la gente, la cabeza y el corazón de las personas a nivel individual y colectivo?
11) Y, más específicamente sobre Santiago Maldonado y a pesar del pedido de Sergio Maldonado (“somos humanos”, así como suena, así como perturba, así como emociona), ¿por qué respetaría la condición humana de los Maldonado y de la sociedad entera ese poder económico y comunicacional y por qué respetarían la condición humana los periodistas impregnados de las lógicas de ese poder económico y comunicacional si, al cabo, la vida y la desaparición de Santiago Maldonado ponen en cuestión algunos de los intereses centrales de ese poder económico y comunicacional en este tiempo?
12) ¿Es posible analizar los procederes del periodismo y, más centralmente, de los núcleos más fuertes de la industria de la comunicación sobre la vida y la desaparición de Santiago Maldonado sin hacer foco en que, en las horas en las que lo desaparecieron, Santiago Maldonado dedicaba su vida a participar de una actividad colectiva, organizada y de resistencia a poderes de la época que suelen ser defendidos por los núcleos de poder económico y comunicacional?
13) ¿Es posible analizar los procederes del periodismo y, más centralmente, de los núcleos más fuertes de la industria de la comunicación sobre la vida y la desaparición de Santiago Maldonado sin considerar que abundan los elementos que avisan que el suyo es un caso de desaparición forzada a manos de agentes estatales precisamente en un tiempo en el que hay periodistas y, sobre todo, núcleos de poder económico y comunicacional que vienen cuestionando todo lo que la sociedad argentina (y, por distintos períodos, el Estado argentino) construyeron desde 1983 como comprensión del genocidio perpetrado por la última dictadura cívico militar, una comprensión que explica bien que hubo victimarios y víctimas, que lo que se quiso imponer o se impuso fue un modelo político y económico de exclusión a través de violencias materiales y simbólicas, que los crímenes de un genocidio son de lesa humanidad y por tanto no prescriben y que a eso se le dijo y se le dice nunca más?
14) ¿Podrían, entonces, “pasar música” cuando no hay nada certero para decir y podrían ser “humanos” frente a la vida y frente a la desaparición de Santiago Maldonado los periodistas y, muchísimo más, los núcleos de poder económico y comunicacional que vienen trabajando en la ruptura de esa comprensión que, a pesar de diversas legislaciones de impunidad, se construyó en la Argentina a partir del fin de la dictadura?
15) ¿Por qué esos periodistas y esos núcleos de poder económico y comunicacional tomarían la maravillosa lección de periodismo y de vida de Sergio Maldonado y de su familia si esa lección atenta contra sus prácticas y sus intereses? ¿Por qué si, al cabo, cualquier repaso de algunas coberturas “periodísticas” de lo que pasó y pasa con Santiago Maldonado conforma un entramado de mentiras y de silencios eslabonado por esos periodistas y por esos núcleos comunicacionales y económicos?
16) Y, a la vez, ¿por qué quienes no cumplen el papel de esos periodistas ni quieren defender los intereses de esos núcleos de poder económico y comunicacional deberían dejar pasar la lección de los Maldonado? Inclusive, ¿por qué no valorar que, desde que desapareció Santiago Maldonado, hay muchos materiales, escritos o pronunciados por periodistas que no necesariamente coinciden entre sí en otras miradas de lo político o de lo electoral y publicados en medios y en soportes que no convergen en otros diagnósticos de la realidad, que desafían discursos y lógicas brutales y cuentan cada palabra con rigor y con dignidad, recordando y respetando, desde el ejercicio del mejor periodismo, que la familia Maldonado y todos los demás somos humanos?
17) ¿Por qué no advertir que en la lección de Sergio Maldonado y su familia, una lección conmovedora y desesperada, angustiante y generosa, una lección para este y para todos los tiempos, hay para aprender mucho de periodismo y, sobre todo, mucho de humanidad?
* Ariel Scher es periodista, docente y escritor