“Donald Trump cree que tiene un amigo en la Casa Rosada”, observa Benjamin Gedan, encargado de The Argentina Project, nuevo programa del “think tank” (o tanque de pensamiento) Woodrow Wilson Center. El proyecto equipara a Argentina con Brasil y México, con capítulos propios en el centro de análisis, pero pretende ser, en realidad, una señal de confianza en el proceso de reformas. El amigo de Trump recibe en estos días en Argentina a Barack Obama, lo cual, según Gedan, ex asesor sobre América del Sur en el Consejo Nacional de Seguridad, “no representa problema alguno”, más allá de las discrepancias entre el presidente norteamericano y su antecesor.
La coyuntura ayuda. Brasil está envuelto en el escándalo del “Lava jato” con un presidente, Michel Temer, de ínfima popularidad, aunque preserve cierto margen de maniobra. México mantiene a trancas y barrancas su relación con Estados Unidos, cuyo presidente sigue empeñado en extender el muro fronterizo. Colombia vive días de parto con su proceso de paz. Chile tiene presidenciales. Venezuela representa todo aquello que nadie se atrevería a desearle al prójimo. “Es el momento de Argentina”, convienen tanto asesores del Congreso como funcionarios del Departamento de Estado, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
¿Cómo aprovecharlo? El proceso de cambiar la imagen de un país, como quiso hacerlo Beers con Estados Unidos, no depende de un viaje o dos sino de la constancia. Del lado argentino del mostrador, seguridad jurídica. Que significa no modificar las reglas de juego a mitad del camino y respetar determinadas normas, como los derechos de propiedad intelectual. Las empresas aplican una regla: “wait and see” (esperar y ver). Las de petroquímica, energía e infraestructura estarían dispuestas a invertir 15.000 millones de dólares en Argentina, suelta Neil Herrington, vicepresidente del Departamento de las Américas de la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
El gobierno de Trump tiene lo suyo. “America First (Estados Unidos primero)”, cuyo fin es crear empleo, “significa que este gobierno es más transaccional que estratégico”, explica la directora de una firma de lobby. Traducido: tanto me das, tanto te doy. Te cambio limones argentinos por porcinos norteamericanos. O la resolución del añejo diferendo por las patentes por la vuelta al sistema generalizado de preferencias. Argentina perdió ese estatus en 2012 por falta de pago a empresas que ganaron juicios en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi). A eso se sumaron el cepo cambiario, la dificultad para girar dinero al exterior y las trabas a las importaciones.
“La vuelta al sistema de preferencias implicaría en promedio una reducción del 4,3 por ciento del costo para exportar”, expuso Díaz durante una audiencia entre empresarios y funcionarios de ambos países en la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR, en inglés). También señaló que Argentina está en condiciones de colocar más de 300 productos en el mercado norteamericano y que el comercio bilateral permitió crear 88.000 puestos de trabajo en Estados Unidos en 2015. Son cifras del Departamento de Comercio. Tuit para Trump, obsesionado en crear empleo, más allá de que la brecha entre quiénes somos, cómo queremos que nos vean y cómo somos vistos no se cierre de la noche a la mañana.
* Director del portal de información y análisis internacional El Ínterin y columnista en la Televisión Pública Argentina