La iglesia de Santa María de Tonantzitla es el máximo símbolo del arte que caracteriza a los templos católicos de este país.
Santa María de Tonantzintla es el máximo símbolo del arte barroco tan característico de las iglesias católicas de México, que sorprenden al visitante que entra al templo mirando hacia abajo para ver donde pisa y de repente mira hacia arriba y queda apabullado por tanto arte en tan poco espacio.
Santa María de Tonantzintla es una pequeña localidad del municipio de San Andrés Cholula, en el estado de Puebla. “Tonantzitla” es una voz del lenguaje náhuatl, el idioma de los pobladores originarios, que significa “Nuestra Madre”.
La iglesia, principal centro de atracción de este pueblo, comenzó a ser construida durante el siglo XVII, como parte de la campaña evangelizadora española en la “nueva tierra”.
Si el turista se para frente a su fachada, puede que la iglesia resulte solamente una típica construcción mexicana, con algunas influencias españolas y pintada de manera muy colorida.
Sin embargo, la recomendación es entrar, con la cabeza gacha, y de repente levantar la vista hacia arriba para quedar maravillado por la obra de arte que es la parte superior de la construcción.
El techo está plagado de esculturas realizadas por los indígenas, que en su parte central representan a los apóstoles llevando el mensaje de Dios a los cuatro rumbos.
La iglesia tiene cuatro etapas constructivas, desde sus inicios hasta el siglo XX. Hay que tener el ojo muy entrenado para detectarlas rápidamente, o mucho mejor aún, hay que estar mucho tiempo en el lugar y empezar a descubrirlas a partir de la observación de los exuberantes detalles artísticos de cada uno de los miles de personajes que aparecen en la iglesia.
La mezcla de personajes y objetos es una muestra perfecta de la mixtura entre la cultura prehispánica y las ideas que llegaron en barco desde Europa: ángeles morenos, niños con penachos, frutos mexicanos como los capulines, tejocotes, nanches, guayabas, zapotes, calabazas, cacao, chiles, mazorcas de maíz, y cuernos de la abundancia. Todo, absolutamente todo, bañado en oro para que no quede un milímetro de techo al aire libre.
Varias de las escenas representadas cuentan pasajes de la Biblia, y otras, historias de la tradición indígena, adaptadas por los monjes españoles para evangelizar a los nativos. Más allá de las ideas y pensamientos, el detalle y el trabajo artístico de tantos siglos tuvo su reconocimiento el 11 de noviembre de 1933, cuando la iglesia de Santa María de Tonantzitla fue declarada monumento histórico nacional.

